Todo comenzó en 2011 cuando Gabi Mann tenía apenas cuatro años. La niña se dio cuenta que cada vez que se le caía un trozo de comida en su jardín, si lo dejaba allí durante unos minutos, un grupo de cuervos se acercaba velozmente para reclamar el botín. La decisión de Gabi fue recompensar esto con más comida: cada vez que salía de su casa dejaba caer, inadvertidamente para sus padres, algún reclamo alimenticio. La conducta, de ambos, continuó durante varios años. Y en ese lapso no fue Gabi la única generosa, los cuervos también correspondieron con pequeños obsequios que obtenían de sus excursiones: pequeñas canicas, tornillos, pendientes y botones brillantes. Toda una cornucopia de desechos que se encontraban por la calle y llamaban su atención y que Gabi y su madre Lisa fueron acumulando en este tiempo.
El vinculo entre cuervos y humanos puede parecer extraño, pero no es inusual. En una entrevista a la BBC, el profesor de ciencias de la Naturaleza de la Universidad de Washington, John Marzluff, aseguraba: “No puedo decir que siempre ocurrirá esto de hacer regalos, pero sí he visto a una enorme cantidad de cuervos dar diferentes objetos a los humanos”. Cada vez sorprende menos conocer las numerosas habilidades de los cuervos.

Redacción QUO