Recientemente, un estudio ponía en evidencia algo que ya sabemos las personas que tenemos una mascota: que los mamíferos y las aves son criaturas emocionales. También, dentro del laboratorio, se comprobó que los perros muestran emociones muy complejas similares a las del ser humano y actualmente se ha visto que las vacas expresan emociones a través de la esclerótica. Pero, ¿qué pasa con los insectos?

Una investigación mostraba hace poco cómo las abejas mostraban su pesimismo. Como sabemos, las emociones influyen en nuestras percepciones y en el comportamiento, una cuestión que los científicos pusieron a prueba con las abejas para valorar su grado de empatía. Simularon el ataque de un tejón en su colmena, con el fin de hacer enfadar a éstas. Además, los investigadores echaron un par de soluciones de dos productos químicos diferentes: la octanona, olor que las abejas asociaban con una deliciosa golosina y hexanol, cuyo aroma relacionaban con un desagradable sabor amargo.

Las abejas que habían participado en el ataque simulado se sintieron pesimistas y, por tanto, más propensas a reaccionar ante el olor desagradable del hexanol, al contrario que les ocurrió a aquellas que no estaban enfadadas. También hubo cambios emocionalmente relevantes en los niveles de neurotransmisores de las abejas que habían sido atacadas, como cambios en sus niveles de serotonina y dopamina.

Otro experimento similar se realizó con moscas de la fruta que padecen hambre. En esta ocasión, los científicos trataron de inducir miedo proyectando una sombra sobre ellos con el fin de imitarla presencia de un depredador. Cuando el falso atacante fue mostrado y posteriormente retirado, las moscas, hambrientas pero también estresadas, ignoraron su comida hasta pasados varios minutos. Esto sugiere a los investigadores que una emoción afectó su comportamiento, incluso después de que el estímulo había sido anulado. Lo científicos repitieron la simulación en varias ocasiones, teniendo el mismo efecto en las moscas.

En cuanto a la empatía, en un experimento reciente con cochinillas los científicos observaron, en un experimento similar a los anteriores, cómo los insectos que no habían vivido la situación de estrés intentaban calmar al resto. Aunque se podría argumentar que esto es sólo una imitación de comportamientos, recordemos que si un perro ladra nervioso o haciendo una llamada a la manada, otro perro suele responder ladrando de la misma forma. Esto nos indica que el primer perro transmite su emoción al segundo. Además ¿por qué razón íbamos a pensar que los insectos no tienen emociones? Es lo que se pensaba antes de algunos mamíferos y aves, cuestión que la ciencia ha aclarado con múltiples experimentos. El miedo, la envidia y otras emociones no son exclusivas del ser humano y pueden observarse en un perro, un gato, un búho o una mosca.

Fuente: qz.com

Redacción QUO