Andan, saltan, vuelan… y también nadan. «Por tierra, mar y aire», el tradicional lema de las fuerzas armas podría muy bien aplicarse a las arañas, unas criaturas para las que ni siquiera el agua parece un obstáculo. Y ahora, por primera vez, un equipo de investigadores, formado por el doctor Morito Hayashi (ecólogo en el Museo Británico de Historia Natural, Reino Unido), Mohammed Bakkali (genetista en la Universidad de Granada, España), el fotógrafo de la naturaleza Alexander Hyde (Derbyshire, Reino Unido), y Sara Goodacre (ecóloga en la Universidad de Nottingham, Reino Unido), han sido capaces de estudiar los comportamientos acuáticos de estos artópodos.

Según los investigadores, las arañas actúan como auténticos barcos veleros, ya que utilizan sus patas y su abdomen para adoptar aquellas posturas que les permiten aprovechar las corrientes de viento para deslizarse sobre la superficie del agua hacia la dirección que desean.

Lo más curioso, es que las arañas hacen gala de poseer una gran seguridad en sí mismas cuando se encuentran en el medio acuático mientras que, por el contrario, se muestran más frágiles cuando «vuelan». Las arañas aprovechan las corrientes de viento para levantar el vuelo y, gracias a la tela que secretan, se elevan y viajan decenas cientos de kilómetros. Lo hacen para conquistar nuevos espacios, y buscar nuevos recursos. Sin embargo, este peculiar modo de vuelo resultaba desconcertante, por el riesgo que suponía para ellas de acabar en algún mar u océano. El propio Darwin tomó nota durante su travesía en el Beagle de una copiosa lluvia de arañas sobre las aguas del Océano atlático.

En principio, caer en el mar tendría que ser mortal para ellas pero, gracias a su habilidad para dejarse llevar por las corrientes, han podido sobrevivir a este peligro y expandirse por todo el mundo.

Redacción QUO