Cuando pasó por Tahití a bordo el Beagle en 1842, Charles Darwin ya se rascó la cabeza ante un hecho aparentemente inexplicable: precisamente en aguas sin apenas nutrientes, que deberían haber estado vacías de vida, surgían los arrecifes de coral, los ecosistemas más ricos del océano. Algo así como encontrar una selva tropical en medio de un desierto.

Darwin murió sin resolver tal paradoja, pero un estudio publicado hoy en la revista Science señala a unos personajes inesperados para explicarla: las esponjas. Jasper de Goeij, de la Universidad de Amsterdam (Países Bajos), y sus colegas han descubierto que estos seres trasladan gran parte de la energía y los nutrientes que liberan el coral y las algas a organismos como crustáceos o caracoles, de los que a su vez se alimentan especies situadas más arriba en la cadena trófica.

El proceso de transmisión de nutrientes comienza cuando los productores primarios, los corales y las algas, los liberan en forma de elementos, como carbono y nitrógeno, disueltos en agua. Las esponjas los absorben y los utilizan como combustible e ingredientes para renovar constantemente las células de su sistema de filtrado, llamadas coanocitos. A medida que las nuevas células están listas, se va n desprendiendo de las “caducas”, que se convierten así en alimento para otras especies del ecosistema. Mientras investigaban este proceso en la esponja Halisarca caerulea, los autores del estudio han descubierto que tiene el ciclo de renovación más rápido registrado en un organismo multicelular: de 5 a 6 horas.

Hasta ahora se sabía que algunos microbios marinos eran capaces de fijar los nutrientes de los arrecifes e introducirlos en la cadena trófica, pero la cantidad aprovechada por los grandes consumidores de la misma no podía explicarse solo por la aportación de las bacterias. Por eso, de Goeij y su equipo comenzaron a estudiar cuatro especies muy comunes de esponjas en el Caribe y los mares del Indo-Pacífico. Se dieron cuenta de que éstas eran capaces de absorber en 30 minutos la cantidad de carbono o nitrógeno que los microorganismos tardan 30 días en fijar. A ese ritmo, las esponjas habrían tenido que duplicar su biomasa en menos de tres días. Dado que apenas crecen, comenzaron a sospechar que los utilizaban para renovarse y reciclaban los desechos en beneficio del ecosistema de los arrecifes. La hipótesis ha sido comprobada en acuarios de agua salada y más tarde en los propios “vergeles” submarinos que tanto sorprendieron a Darwin.

Pilar Gil Villar