Desde mayo de 2012, la estructura geológica del antiguo yacimiento petrolífero de Amposta (ya vacío) se está aprovechando para almacenar gas natural. Allí cabe un tercio del gas que consume toda España durante 50 días, y está conectado a tierra firme por un gasoducto que entra cerca de Vinaroz.

Ayer martes se dio el mayor temblor registrado hasta el momento, que alcanzó un nivel 4,2 en la escala de Richter, según el Instituto Geográfico Nacional. Y es el último de una serie de seísmos de 3,2, 3,4 y 3,6 que se han dado durante el mes de septiembre. La causa más probable ha sido el llenado del depósito submarino propiedad de Escal UGS (mira el vídeo sobre el funcionamiento), así que el Gobierno ha pedido a la empresa que paralice la operación.

Lo que hay bajo el mar no es un depósito en forma de bolsa, sino una roca porosa capaz de «empaparse» de gas en estado líquido. Ese gas viene por el gasoducto desde otro depósito de Enagás en la costa. El problema se origina cuando se rellena demasiado rápido y la roca, que es ligeramente flexible, tiene que dilatarse en poco para albergar el líquido; eso puede producir fracturas, y éstas pueden estar siendo las causantes de los pequeños terremotos.

La técnica de guardar bajo tierra o en el subsuelo marino reservas de combustible (especialmente gas) es muy habitual en el resto de Europa. En España hay otro gran depósito de gas natural en Bermeo (Golfo de Vizcaya).

El Gobierno de la Generalitat de Cataluña está analizando un informe desfavorable sobre los riesgos de esta práctica en el delta del Ebro. La intensidad de los movimientos sísimicos que se han producido hasta el momento no presenta riesgos para infraestructuras y edificios, pero la población sí los nota.

Redacción QUO