La sujeta firmemente entre sus ancas, mientras le contrae compulsivamente el abdomen y lo presiona con sus ancas. Las rítmicas embestidas van extrayendo del cuerpo inerte de la hembra una hilera de huevos, que serán fertilizados inmediatamente. Los investigadores que contemplan admirados la escena, los retiran y los conservan en bolsas de plástico en el estanque. Al cabo de unas semanas de cuidadosa observación, constatan que los embriones se están desarrollando. Es la primera descendencia engendrada en un acto de necrofilia de la que tenemos constancia.

Sus testigos, un grupo de herpetólogos brasileños, han analizado el fenómeno y publican sus resultados en la revista Journal of Natural History, con la esperanza de animar a “otros investigadores a buscar comportamientos semejantes en otras especies”, según nos escribe Domingos Rodrigues, uno de los autores de la Universidad Federal de Mato Grosso.

El estudio se basa en dos episodios semejantes, uno en 2001 y otro en 2005, protagonizados por las diminutas ranas amazónicas Rhinella proboscidea. Como muchos otros anuros, se entregan a la llamada reproducción explosiva: cientos de machos se dan cita a la vez junto a pequeñas charcas y riachuelos para asaltar literalmente a un número menor de hembras y fecundar sus huevos. La competencia es agresiva y feroz, y muchos de ellos se amontonan hasta asfixiar a sus objetos de deseo. Cuando un macho consigue asir a una hembra, la fija obstinadamente en un abrazo conocido como amplexo e invierte toda su energía en no soltarla, por muchos competidores que se le vengan encima. El espectáculo puede durar dos o tres días.

Ante tal panorama, Rodrigues y sus colegas han considerado la posibilidad de que esta forma de necrofilia “fructífera” sea una estrategia evolutiva para compensar la pérdida de hembras y de energía masculina derrochada en el fragor de la batalla. En 2001, encontraron 20 hembras muertas entre un centenar de machos y en 2005, cinco de ellas habían perecido bajo 50 pretendientes. A ninguno de los cuerpos le quedaban huevos dentro.

Sin embargo, los autores insisten en que son necesarios más estudios y observación para esclarecer si este tipo de necrofilia “es un proceso evolutivo o simplemente mecánico”, según Rodrigues.

Pilar Gil Villar