Hasta el 34% de la dieta de los colobos rojos está formada por las hojas del árbol Milletia dura, un pariente cercano de la soja. La proporción varía a lo largo del año, pero cuanto más ingieren, más agresivos se vuelven estos pequeños monos tropicales, más activa es su vida sexual y menos tiempo pasan entregados al sociable acto del acicalamiento a sus compañeros de grupo. Esa ligera variación de su comportamiento habitual coincide con un aumento en sus niveles de cortisol y estradio, dos hormonas fundamentales para la reproducción y la respuesta al estrés.

Esa influencia de la dieta en la fisiología y el comportamiento ha quedado patente en un estudio dirigido por Michael Wasserman, de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), publicado en la revista Hormones and Behavior. Los investigadores observaron durante 11 meses a un grupo de colobos rojos en su entorno natural del Parque Nacional de Kibale (Uganda) en busca de la relación entre los alimentos ricos en fitoestrógenos (la versión “vegetal” de los estrógenos) y la conducta, especialmente la reproducción.

Tal interés responde al debate abierto en EE UU sobre si la creciente presencia de la soja y otros alimentos ricos en fitoestrógenos en la dieta de los ciudadanos de ese país está alterando aspectos como la fertilidad, los síntomas de la menopausia o el desarrollo sexual. La intención de Wasserman es aclarar si la ingesta de estos compuestos es relativamente nueva para nuestra especie o si su presencia ha contribuido a modelar nuestra evolución desde tiempo inmemorial. Para ello se encuentra ya investigando si la dieta de otros primates que se alimentan más de frutos que de hojas (como el chimpancé) también presenta un alto contenido en fitoestrógenos.

“Este uno de los primeros estudios realizados en el entorno natural que aporta pruebas de que las sustancias químicas de las plantas pueden afectar directamente a la fisiología y el comportamiento de un primate salvaje a través de su influencia en el sistema endocrino” , manifiesta Wasserman. De ello deduce que “al alterar los niveles hormonales y los comportamientos sociales importantes para la reproducción y la salud, las plantas pueden haber jugado en la evolución de la biología de los primates –incluidos los humanos–, un papel relevante, que hasta ahora ha pasado desapercibido”.

En cualquier caso, los investigadores advierten de que estas sustancias juegan un papel secundario en el comportamiento, que está principalmente determinado por los estrógenos propios del individuo, y en el que influyen también muchos otros factores tanto endógenos como sociales.

Pilar Gil Villar