A pesar de los ríos de tinta que se nutren del famoso “el tamaño importa”, las dimensiones de los genitales no varían tanto dentro de una especie. De hecho, el éxito de una conquista en el reino animal depende de otras lindezas, conocidas como caracteres sexuales secundarios. En el caso de los escarabajos Ontophagus taurus, esa función la cumplen los cuernos de su cabeza. Y, según acaba de publicar un equipo de la Universidad de Indiana (Estados Unidos), también pueden ser responsables de que esa especie se ramifique en otras ditintas.
En estos escarabajos “cuando los cuernos se agrandan, los órganos copulatorios se reducen y viceversa”, asegura Armin Moczeck, director del estudio. En poblaciones con muchos individuos, los machos de cuernos más pequeños empiezan a tener una ventaja evolutiva, porque pueden “escurrirse” entre los bravucones que se pelean por las hembras. Y, mientras se impone la tendencia a la minicornamenta se impone, los genitales crecen cada vez más. Lo contrario ocurre en poblaciones con pocos individuos, donde los machos han de emplearse en peleas de cortejo para conseguir hembras. La desventaja es que unas grandes armas causarán una diminuta dotación reproductora.
Los autores del estudio han comparado machos de Italia, su lugar de origen, con los de poblaciones llegadas a otras partes del mundo en los últimos 50 años por efecto de la actividad humana. Y han comprobado que el tamaño de sus cuernos y sus genitales varía hasta 3,5 veces. Ello hace imposible el apareamiento entre machos de un grupo y hembras del otro, lo que indica que se han convertido en especies distintas.

Pilar Gil Villar