Hace 500 millones de años, unas diminutas criaturas marinas vivían discretamente en el fondo del océano. Con un milímetro de longitud, los Rhabdopleurae se agrupaban en colonias bajo mantos de colágeno que fabricaban en las conchas de almejas muertas. Sin apenas molestar, ni ser molestados por otros habitantes de su ecosistema. Mientras tanto, otras especies iban adquiriendo nuevos rasgos más complejos que les permitían acercarse cada vez más a la superficie y formar parte del zooplancton, base de la cadena alimenticia marítima, al tiempo que se diversificaban en gran cantidad de especies distintas.

Un estudio internacional, publicado en la revista Lethaia, ha deducido por la forma y la estructura de los Rhabdopleurae que fueron antecesores de ese zooplancton primitivo, conocido como graptolitos pelágicos. En el artículo se destaca la clara ventaja que ha supuesto para los primeros no someterse a cambios evolutivos: mientras ellos continúan hoy su anodina existencia desde las Bermudas al mar de Bering, sus avanzados descendientes se extinguieron hace unos 350 millones de años.

Uno de los autores del estudio, Charles Mitchell, de la Universidad de Búfalo, resume así la lección que podemos extraer de sus conclusiones: “creemos que la evolución siempre va a llevar a algo mejor, pero todo el progreso invertido en crear esos maravillosos graptolitos pelágicos no les llevaron a conquistar el mundo. No sobrevivieron. Sin embargo, estos tipos tan simples, estas criaturas del fondo, sí lo han hecho”.

Pilar Gil Villar