En 2011, España albergaba 317 parejas de águila imperial, casi el total de la población reproductora del mundo. Sólo en los últimos nueve meses, 11 ejemplares murieron electrocutados por los cables de un tendido eléctrico, la principal amenaza de esta especie. Otras muchas también perecen al colisionar con los mismos.

Para solucionar el problema es necesario establecer zonas de protección y determinar dónde se sitúan los “tramos negros”, cuya modificación se considera más urgente, porque afectan sobre todo a especies más amenazadas y merman considerablemente el éxito de los programas de recuperación. Ambas tareas corren a cargo de las comunidades autónomas, que deben comunicar sus resultados al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAAMA). Con esta información, el ministerio puede solicitar una financiación de hasta el 70% a la Unión Europea a través de los fondos FEDER.

Según la organización ecologista SEO/BirdLife, el MAAMA habría previsto utilizar de ese modo 18 millones de euros entre 2008 y 2014, de los cuales hasta ahora sólo se han solicitado siete. A pesar de que un Real Decreto de 2008 establecía que las autonomías debían determinar sus zonas de protección en 2009 y los “tramos negros” en 2010, sólo Castilla – La Mancha ha cumplido ambos requisitos. Otras nueve comunidades (Andalucía, Aragón, Cantabria, Castilla y León, Cataluña, Galicia, La Rioja, Murcia y la Comunidad Valenciana) han llevado a cabo el primero y las restantes ninguno de los dos.

Aunque es posible recurrir a otras fuentes de financiación para modificar los tendidos eléctricos y, de hecho, así se ha hecho en muchas zonas, SEO/BirdLife insta a las comunidades autónomas a realizar un esfuerzo por aprovechar los fondos europeos para este fin, especialmente teniendo en cuenta la actual crisis económica.

Las medidas concretas de protección consisten en colocar aislantes adecuados en los tendidos, así como dispositivos que los hagan visibles para evitar las colisiones. En lo posible, el sistema óptimo es soterrar los cables, “algo que ya se ha hecho en algunas comunidades autónomas y cuyo coste resulta asumible en líneas de nueva creación que atraviesan territorios muy sensibles para las aves”, según Nicolás López, técnico en Conservación de Especies de SEO/Birdlife.

La electrocución se produce cuando el animal toca los apoyos que no cuentan con aislantes eléctricos adecuados y suele afectar a grandes rapaces, como el águila imperial ibérica, el águila perdicera o el búho real, mientras por colisión perecen las que vuelan a media altura y no distinguen el cable en contraste con el suelo, como la avutarda.

En los seis años que lleva en funcionamiento el programa de Red de Custodia Alzando el vuelo de SEO/BirdLife ya se han llevado a cabo 79 actuaciones relacionadas con líneas eléctricas en las áreas de distribución del águila imperial.

Pilar Gil Villar