Amanda Nally no se lo cree. Incluso ya había olvidado que tenía un USB perdido por alguna parte. En realidad ni lo echaba de menos, pero casualidades de la vida, este llegó de nuevo a sus manos tras pasar (atención), un año congelado dentro de una muestra de heces de una foca leopardo en un laboratorio de Nueva Zelanda. Parece una auténtica locura, pero es una historia que estamos seguros no va a olvidar.

La semana pasada, en las redes sociales comenzó a cobrar interés un suceso de esos tan extraños que resultan cautivadores. El Instituto Nacional de Nueva Zelanda de investigación atmosférica y del agua (conocido como NIWA) posteaba en su blog un curioso relato, casi de ficción, en el que explicaban cómo habían dado con un USB en el sitio menos inesperado, dentro de los deshechos orgánicos de una foca. Dentro de su programa de análisis de ejemplares extraños de esta especie, reciben muestras de heces desde diferentes puntos del país, recogidas por voluntarios, para analizar qué es lo que comen y cuál es su estado de salud. Lo que no esperaban recibir como regalo era un USB, pero ahí estaba y era necesario encontrar a su dueño.

Por ello, desde NIWA decidieron subir un vídeo que había en su interior para que quien fuese el autor del mismo, pudiera identificarlo y les explicara cómo podía haber llegado hasta allí.

Cuando el mensaje se hizo viral, llegó hasta el televisor de Amanda Nally, quien reconoció el vídeo al instante y cayó en la cuenta de que se trataba de su dispositivo USB. Lo increíble es que Amanda dedicaba su tiempo libre a ser voluntaria en una zona donde había focas y fue ella quien mandó la muestra al laboratorio (sin saber el regalo que llevaba dentro).

Pero, ¿cómo pudo llegar hasta allí?

Esa historia no se la cree ni la propia dueña del USB. Lo más fácil de pensar es que al recoger la muestra este se le cayó en la misma bolsa y acabó (no sabemos cómo) entrando en su interior. Pero los científicos que analizaron las heces van más allá, y es que aseguran que el dispositivo estaba rodeado de plumas y de pequeños huesos de un pájaro, por lo que la historia podría llegar a ser más rocambolesca todavía. Así lo explicaba ella a la web Motherboard: «Creen que se me pudo caer al suelo, luego fue comido por un ave marina, la cual a su vez fue engullida por una foca, la cual defecó. Después yo encontré las heces y las envié al laboratorio».

¿Coincidencia? ¿Amanda lo introdujo a propósito? ¿Broma para darse publicidad? Todo parece que no es así… y es que la vida, de vez en cuando, te depara estas sorpresas.

Alberto Pascual García