El largo pico de los pájaros carpinteros les permite taladrar la madera de los árboles, incluso la más dura y sana, para llegar hasta las larvas ocultas en el interior de las plantas. Esta prospección es posible gracias a que sus músculos del cuello y sus cuatro dedos son extraordinariamente fuertes. El conjunto les permite colocarse en posición vertical mientras se agarran a la corteza del árbol y martillean la superficie, como febriles tamborileros de carne y plumas.

Que unas 200 especies de pájaros hayan encontrado así su nido en el árbol de la vida es maravilloso, pero nunca lo habrían conseguido sin la evolución de una peculiar lengua. El órgano debe ser largo si quiere alcanzar su alimento, pero, al mismo tiempo, necesita ser lo suficientemente pequeño como para que el martilleo no le provoque heridas.

La anatomía del pájaro carpintero consigue conjugar estas necesidades escondiendo el órgano por un conducto que da la vuelta por la parte trasera del cráneo, hasta un hueco situado en la cavidad nasal. Allí permanece mientras el ave hace su trabajo maderero, y luego sale para extraer sus presas, indefensas.

Redacción QUO