Las garrapatas están experimentando un resurgir. El número de personas afectadas por las diversas enfermedades por las picaduras de estos ectoparásitos, ha aumentado en todo el mundo. Y, ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo de la Universidad de Cincinnati, revela que cuanto más hambrientas están, más temibles son.

Tal y como explican los investigadores, no es sencillo apara las garrapatas encontrar un huésped al que parasitar. Su táctica más habitual para hacerlo, es esperar prendidas de la hierba o de plantas bajas a que pase algún organismo al que adherirse. Afortunadamente, para ellas, su organismo les brinda la capacidad de poder resistir larguísimos periodos de tiempo sin alimentarse, reduciendo su actividad metabólica y el gasto de energía.

Pero, cuando llevan varios meses sin alimentarse, se produce el efecto contrario, y su metabolismo se acelera. Estudios con otras especies ya habían demostrado que los animales hambrientos y famélicos toman más riesgos, atacando a presas más difíciles. Y las garrapatas no son una excepción, tan y como han comprobado los investigadores de Cincinnati.

En el laboratorio, los autores del estudio comprobaron que las garrapatas famélicas se comportaban de manera muy distinta a las recién alimentadas, mostrando un nivel de actividad mucho mayor en la búsqueda de posibles fuentes de alimento.

Pero también descubrieron que se producían cambios importantes en su organismo. Las garrapatas famélicas producían mucha más saliva, la cual tiene un efecto anticoagulante, lo que les permite beber más cantidad de sangre cuando pican a una víctima. Y, a la vez, esa saliva también les sirve para adherirse mejor a los huéspedes a los que parasitan.

Los investigadores explican que, por lo general, las larvas de garrapata infectan a roedores y otros animales que se mueven cerca del suelo. Mientras que las ninfas y los ejemplares adultos suelen tener como objetivo a los mamíferos. Con todo, no es habitual que las garrapatas trepen a los grandes árboles. Así que si encontramos una en nuestra cabeza, lo más probable es que haya llegado hasta allí desde nuestras piernas.

Fuente: ScienceDaily.

Vicente Fernández López