La avispa gigante de Asia (Vespa mandarinia japonica), es la más grande del mundo. Llega a medir 7 centímetros y es un depredador voraz. Veinte o treinta de ellas bastan para cargarse a miles de abejas, cortando cabezas a un ritmo de 40 por minuto. Nativa de Japón, esta asesina alada no encuentra resistencia entre las abejas mielíferas llegadas de Europa. Su estrategia es muy clara: envía una exploradora que, al enconrar un panal, segrega una feromona para señalizar el sitio y de ese modo «llamar» al pequeño comando de avispas asesinas. Las abejas comunes no tienen escapatoria. Pero las abejas melíferas japonesas (Apis cerana japonica), que han convivido con esta amanaza por cientos de miles de años sí la tienen. Se han adaptado para enfrentarse a su enemigo. Y lo hacen del siguiente modo. Centinelas apostadas en la entrada del panal avisan de la llegada del avispón.Y, a su vez, segregan una feromona que «seduce» al atacante y lo hace entrar. Este es su último error. Una vez dentro, las abejas lo rodean hasta que el solitario exporador ataca a una de ellas. Esta es la señal para que todas las abejas se suban al agresor y comiencen a hacer vibrar su abdomen. Cientos de abejas en una bola compacta hacen subir la temperatura hasta los 47º y elevan, al mismo tiempo, los niveles de dióxido de carbono. La combinación es letal para la avispa que muere asfixiada y quemada.Al finalizar, algunas abaejas salen a borrar las señales que dejó la exploradora con el propósito de evitar nuevas visitas indeseables.

Cientos de miles de años de ataques constantes, les obligaron a las abejas japonesas a desarrollar una defensa con el propósito de sobrevivir. La prueba es que las abejas comunes no pueden enfrentarse a este enemigo, carecen de este «conocimiento». Así, sobreviven las más aptas. ¿Se puede transmitir este conocimiento ente ambas especies? Eso es algo que aún no se ha explorado. Aquí puedes ver un video del ataque y la defensa.

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Juan Scaliter