Fritas, cocidas, con salsa, sin ellas, nuevas, viejas… de todas las formas y colores las «papas» (Solanum tuberosum) es el cuarto cultivo más importante del mundo. Su origen, se remonta a América del Sur, en concreto a los Andes Peruanos, pero su cultivo actual abarca todo el mundo.

Recibimos la patata en Europa de manos de conquistadores tocayos españoles, y lo cierto que en principio fue más una «curiosidad botánica» que un tubérculo alimenticio. Desde entonces, es la base de alimentación de millones de personas en el mundo, y como no, una delicia que ha generado multitud de recetas donde son las protagonistas absolutas.

Solo nos faltaba una cosa a pesar de la popularidad del tubérculo: obtener la secuencia completa de su genoma. Por ello, la Universidad y Centro Investigador de Wageningen, en 2006 decidió formar el Consorcio Internacional de Secuenciación del Genoma de la Patata (PGSC). En él, participan 14 países divididos en 29 grupos de trabajo. Los resultados de su minucioso trabajo durante cinco años ha dado sus frutos, y han sido publicados en la revista de divulgación Nature.

Todos los equipos de trabajos que formaban el PGSC tenían claro una cosa: una de las grandes ventajas que aporta el cultivo de la patata es que puede plantarse en cualquier clima, lo que garantiza la seguridad mundial alimentaria. Pero para poder aprovechar este factor se precisaba lo que no se tenía: su estructura genética.

Con el fin de resolver esta cuestión, se pusieron manos a la obra y para el proyecto utilizaron una variedad de patata primitiva con la que realizaron técnicas habituales de cultivo de tejidos. Con esto, duplicaron su genoma para convertirla en monocigótica y así facilitar la secuenciación. Esta variedad, apodada por los científicos como DM, fue usada posteriormente como patrón para poder ensamblar la secuencia del genoma de otro tipo de patata, más similar a las que consumimos compradas en los supermercados. A esta la llamaron RH.

Los resultados de la estructura genética del tubérculo estrella, arrojaron que posee un genoma de 844Mb (Megabase) de largo, que equivale a una tercera parte de lo que mide el nuestro. Más del 60% de su estructura genética está formado por secuencias que se repiten, en su mayoría, según apunta el estudio publicado en Nature, de retrotransposones, unas secuencias de ADN que tienen la increíble capacidad de copiarse e introducirse en cualquier región del genoma y provocar mutaciones, inactivaciones u otras reacciones similares que aumentan la variabilidad genética. Han averiguado también los investigadores que a lo largo de su extensa vida y su evolución, la patata ha pasado por al menos dos duplicaciones genómicas.

Conocer la secuencia al completo de la patata, puede servir para mejorar la forma de cultivo de este popular tubérculo, ya que permitirá realizar variedades de la misma que puedan resistir los ataques de plagas, enfermedades, etc. E incluso hacer patatas más grandes o «súperpatatas».

Redacción QUO