Los mosquitos usan su sentido del olfato para detectar dióxido de carbono de la respiración humana y el ácido láctico que se segrega con el sudor. En la oscuridad, acuden a fuentes de calor y pueden notar diferencias de hasta medio grado de temperatura cuando están cerca de sus víctimas.

Recientes investigaciones aclaran que, frente a lo que pensamos, no es que existan individuos más apetecibles que otros, sino que algunos de nosotros poseemos un olor natural de “camuflaje” que nos protege de que nos piquen. Son las hembras las que nos pican en busca de las proteínas de nuestra sangre para producir los huevos (los machos prefieren las flores). Pero su sangre preferida es la de los pájaros y los mamíferos pequeños.

Enviado por Violeta Jaén Ameneiro, correo electrónico

Redacción QUO