John Downer pensó que las imágenes estaban bien. Realmente estaban muy bien. Había pasado mucho tiempo viendo como los mahout (adiestradores indios de elefantes) enseñaban a los paquidermos a sostener una cámara mimetizada. Y esta, controlada a distancia, casi no se movía. Era como tener un espía en la selva que retratara a todos sus habitantes.
Downer, especialista en documentales, iba pasando las imágenes de monos, osos, leopardos, cada vez más satisfecho, cuando de pronto se topó con una sorpresa: uno de los elefantes había captado los juegos de 4 cachorros de tigre. Era la primera vez que se veía esto en estado salvaje.
Enseguida se dio cuenta de que allí había algo más. Hizo que los elefantes volvieran, reunió a su equipo y les dijo, especialmente a los mahout: “Quiero que os centréis en los tigres. Un grupo irá con la madre, otro con el padre y el último no abandonará a los cachorros pase lo que pase”.
Gracias a esta obstinación, hoy podemos ver el extraño espectáculo de cuatro cachorros de tigre. Todo esto se debió a un golpe de suerte: Downer había observado cómo los elefantes eran capaces de transportar enormes cargas con la trompa, con extremo cuidado, mientras recorrían la selva. Y todo, sin que el resto de los animales se inmutara siquiera. El documental abarca la historia de los cachorros desde que tienen 10 días. Dividido en tres capítulos, relata de modo dramático, pero realista, cómo los pequeños tigres viven la primera vez que son abandonados en su cubil y la aparición de un leopardo, las lecciones de caza que les imparte su madre y cómo logran sobrevivir cuando sus padres quedan heridos al ir a cazar y se deben enfrentar a un viejo tigre. El relato termina cuando dos de las crías, los machos, se internan en la selva al cumplir los dos años y comienzan su vida como adultos. Algo también único, ya que la supervivencia de 4 cachorros era algo totalmente desconocido.
Juan Scaliter

Redacción QUO