A las plantas atrapamoscas les supone un esfuerzo inmenso cazar insectos. Tras estudiarlas en el laboratorio, Andrej Pavlovic de la Universidad Comenius de Bratislava (Eslovaquia) ha comprobado que, para poner en funcionamiento su cepo, tienen que transformar en CO2 y energía los azúcares que habían obtenido con la fotosíntesis, e interrumpir este proceso en las hojas que activan.

Eso explica que solo vivan en lugares muy soleados: así garantizan una tasa mayor de fotosíntesis y reponen la energía invertida en la caza. Y también que los huecos entre sus “dientes” dejen escapar a las presas más pequeñas, ya que su aporte de nutrientes no compensa la digestión.

Pilar Gil Villar