Las granjas de cocodrilos y las de caimanes son sitios idílicos para los investigadores. Allí no solo tienen cantidad de especímenes, sino también la seguridad de trabajar en un ambiente controlado. Las fotos de este reportaje corresponden a una granja de caimanes ubicada en el lago Okeechobee, el más grande de Florida, Estados Unidos. Allí, miles de ejemplares son criados para deleite de especialistas y placer de quienes prueban su carne y visten sus pieles. Esto último sucede cuando los ejemplares alcanzan entre 1,5 y 2,1 metros de largo, cerca de los 5 años.
Pero quienes quieran ver una granja de cerca no tienen que trasladarse tan lejos, pues en España, más precisamente en Jerez de la Frontera, se encuentra la única que cría cocodrilos en Europa. Se llama Kariba y pertenece a José Ramón Conde.
José se está acercando peligrosamente a las hembras y pretende quitarles los huevos que tanto vigilan. Un segundo basta para que se desplacen 7 metros y se desencadene el desastre. Está rodeado de casi un centenar de cocodrilos, pero este es su trabajo. Aquí se crían unos 2.000 ejemplares de cocodrilos del Nilo, Crocodylus niloticus, para vender su carne (filetes, 12 €/kg) y su piel (un centímetro cuadrado, 18 €). Todo comenzó cuando Conde, a principios de la década de 1990, trajo desde Zambia unos 195 ejemplares. Lo primero que tuvo que hacer fue re­crear el clima seco y caluroso del lugar de origen de estos reptiles. Así surgió la idea de construir un invernadero donde la temperatura constante no baja de los 30ºC.

Crónica de un nacimiento anunciado
José comienza a coger los huevos con sumo cuidado. Les dibuja una X en la parte superior, para saber cómo los tiene que colocar en la incubadora. Si los pusiera de otro modo, se perderían. A partir de diciembre, los machos, que miden unos 5 metros, comienzan con un cortejo feroz y ruidoso. Estos “Romeos con armadura” son vitales para la salud de la granja, y su precio ronda los 6.000 €. Para abril, las hembras, que son fértiles desde los 7 hasta los 70 años, empiezan a desovar. Lo hacen de noche y cavando un nido con sus patas traseras en la arena. Allí depositarán unos 30 a 40 huevos. Como no tienen cromosomas sexuales, lo que determina el sexo de las crías es la temperatura: por debajo de los 32ºC serán hembras, y por encima, machos. Durante la época de desove, unos dos meses, José trabaja todas las noches. Cientos de hembras que ponen unos 30 huevos… decenas de miles de oportunidades para perder la calma (y quizá algo más). Pero en julio empieza a verse la recompensa, cuando los huevos eclosionan y comienzan a salir a la luz las crías. Por ahora miden unos 28 inofensivos centímetros, y son tan dóciles que los niños pueden cogerlas en sus manos. Pero antes del año sobrepasarán el metro, y el peligro para José volverá a empezar. n

Juan Scaliter

Redacción QUO