Un estudio comprueba que las personas que sufren afantasía, incapacidad de crear imágenes en la mente, no se asustan fácilmente

Cierra los ojos. Piensa en un elefante. Como por arte de magia, la imagen aparece en el ojo de tu mente, aunque tus ojos estén cerrados. ¿Fácil, verdad? Pero para algunas personas es imposible.

Las personas que sufren afantasía no tienen imaginación. Esto no quiere decir que no tengan ideas originales, sino que literalmente carecen de la capacidad de crear imágenes con la mente. Ni siquiera cosas familiares como la cara de su pareja o su propia casa.

Es un trastorno raro, que afecta solo a un 2% de la población. Los investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney, pusieron a algunos afectados de afantasía a ver historias de terror, y se llevaron una sorpresa: estas personas no se asustaban.

Los científicos reclutaron a 46 sujetos para su experimento, de los cuales algo menos de la mitad no tenían ningún tipo de imaginación visual. Los sujetos tenían que sentarse solos en una habitación oscura. Al cabo de poco tiempo, se les presentaba una historia en forma de texto en una pantalla.

El terror en el ojo de la mente

Las historias comenzaban siendo inofensivas, para volverse luego más emocionantes y siniestras. Por ejemplo, alguna historia hablaba de un viaje en avión, que se convertía en una pesadilla cuando las luces de la cabina comenzaban a parpadear y todo el avión se zarandeaba. Otros voluntarios leyeron sobre un viaje a la playa en el que los veraneantes fueron sorprendidos por tiburones en el agua.

Utilizando electrodos fijados a la piel de los sujetos, los investigadores observaron sus reacciones fisiológicas mientras leían las historias. Si alguien tiene miedo o está estresado, la conductividad de la piel suele aumentar. Al menos, esta era la reacción en las personas con imaginación normal. En cambio, la situación era diferente para los participantes con afantasía. Las historias les dejaron completamente fríos.

Para asegurarse de que las diferencias no se debían al hecho de que los participantes sin imaginación eran, en general, menos temerosos, se hizo una segunda prueba, pero esta vez se se les mostraron las historias en forma de imágenes. En este caso, con imaginación o sin ella, todos empezaron a pasarlo mal.

Los resultados muestran que nuestra imaginación visual tiene un mayor impacto en nuestras emociones de lo que se había supuesto.