La populosa ciudad española de playa guarda en su costa un misterio geológico, con gigantes de leyenda incluidos

Benidorm (Alicante, España) despierta emociones enfrentadas, amor y odio. Una ciudad de altísimos rascacielos en una de las mejores playas del Mediterráneo. Un símbolo de la explotación de la costa, y también un fenómeno cultural digno de estudio, como podía ser Las Vegas en Estados Unidos.

Cuando se aparta la mirada de las discotecas y las torres, es imposible no fijarse en el islote de Benidorm (L’Illa de Benidorm), también llamado isla de los periodistas. Una majestuosa roca con forma de cuña que se encuentra a dos millas náuticas de la costa, y que es más grande de lo que parece a simple vista.

isla de benidorm

Nadie vive en esta isla, ni siquiera los empleados del único restaurante que recibe a los visitantes que llegan en barco con una paella y una cerveza fría. Pero no siempre fue así.

En 1834 la isla sirvió de refugio a varias familias de Benidorm y la cercana Villajoyosa que se refugiaron allí de una epidemia de cólera. Muchos siglos antes, el islote era la base que usaban los piratas berberiscos para sus ataques a la costa.

Esta pequeña isla es un tesoro natural, tanto sobre la superficie del mar como debajo de ella. En el islote anidan las gaviotas, el paño común, un ave marina del tamaño de un gorrión o el halcón peregrino, por citar unos pocos.

A unos 300 metros al sur de la isla se encuentra el bajo de la Llosa, una inmersión que pasa de los seis metros de profundidad a más de 30. Es el hábitat del pez limón, la barracuda o el dentón, peces depredadores, además de morenas, pulpos y peces más pequeños de los que se alimentan.

La muesca del Puig Campana y la leyenda del gigante

Las cosas se ponen interesantes cuando volvemos la vista hacia el interior y nos encontramos con el Puig Campana -«el pico de la campana», en valenciano-, una impresionante montaña de 1.406 metros.

Mirando a la montaña es imposible pasar por alto que le falta un diente: en la escarpadura del Puig Campana hay una enorme muesca casi perfectamente cuadrada de 25 metros de ancho y 50 de alto conocida como El Portell -«el portal»-, que los marineros usaban para orientarse desde tiempos inmemoriales. Tiene otro nombre: el tajo de Roldán.

Mirando a la Isla y a la muesca, es fácil llegar a conclusiones precipitadas. Por eso no es de extrañar que estas formaciones geológicas sean protagonistas de tantas leyendas.

Una de las versiones dice que el héroe francés Roldán, comandante del ejército de Carlomagno, se vio envuelto en una lucha a espada con el jefe del ejército moro y el duelo terminó en la cima de la montaña. En un momento de la pelea, el jefe de los moros fue arrojado al suelo y Roldán levantó su espada, Durandarte, para asestar un último golpe a su enemigo. Sin embargo, falló, y la fuerza del golpe cortó un trozo de la montaña, que cayó al mar, dando lugar a la isla de Benidorm.

Otras versiones tienen indistintamente como protagonista a Roldán, a un gigante, o a un gigante llamado Roldán, que se enamora de una joven del cercano pueblo del Finestrat. La joven cae enferma y un mago anuncia que morirá con el último rayo de sol. En su desesperación, el gigante patea un trozo de la montaña para que el sol ilumine durante un poco más de tiempo a su amada.

Versiones más modernas y algo psicodélicas sugieren que unos extraterrestres cortaron la montaña con rayos láser y el trozo rodó hasta llegar al mar.

La pieza que no encaja

La geología es una ciencia fascinante, incluso cuando nos arruina nuestras leyendas favoritas. El profesor Granier, de la Université de Bretagne Occidentale, realizó un trabajo de campo para su tesis doctoral en 1987.

Granier comprobó que las rocas del núcleo del Puig Campana son de la era jurásica tardía, mientras que las calizas que afloran en el Islote de Benidorm son de edad cretácica temprana (albiana), separadas por más de 50 millones de años.

Además, la isla de Benidorm es mucho más grande que la muesca: tiene unas dimensiones de 350 por 250 metros. La isla estaba originalmente unida a la costa, y terminó separándose por los movimientos tectónicos.

Pero mientras te tuestas al sol en la fina arena de Benidorm, tienes permiso para soñar con gigantes.

Sección Viajes de Ciencia la colaboración de Hyundai