Todo lo que se ha contado hasta ahora sobre la gravedad puede estar equivocado o no ser del todo cierto. La física de partículas está ‘empeñada’ en hacer volar por los aires todas las certezas

Según el físico teórico Erik Verlinde, de la Universidad de Amsterdam, la gravedad es una completa ilusión, es solo un espejismo, el resultado de interacciones mucho más complejas que aún no somos capaces de entender.

Pero comencemos por las bases. En el siglo XVI, Galileo Galilei descubrió que los objetos se mueven de forma horizontal gracias a la inercia, de tal modo que, si no hay otras fuerzas que los afecten, como el rozamiento, podrían continuar avanzando infinitamente. Bajo esta óptica, quiso averiguar qué ocurría con los objetos en caída libre e intuyó que tenían implicada una aceleración constante.

Para analizar si la intensidad de la aceleración dependía de la masa del objeto, hizo rodar bolas de cañón de aleaciones distintas por un plano inclinado y comprobó que la aceleración era la misma en todos los casos. El problema de Galileo para obtener un resultado completamente fiable era el rozamiento que ofrecía la rampa que utilizaba como plano inclinado.

En 1581 intentó solventarlo lanzando dos bolas de distinta densidad desde lo alto de la torre de su ciudad natal, Pisa, pero en este caso, el rozamiento vendría proporcionado por la atmósfera terrestre.

Lamentablemente, Galileo no pudo ser uno de los miles de espectadores que contemplaron la demostración de su teoría, televisada en julio de 1971 desde un ámbito óptimo: la superficie sin atmósfera de la Luna. El astronauta David R. Scott se situó ante la cámara del módulo lunar con una pluma de halcón en una mano y un martillo de geólogo en la otra. Soltó ambos objetos al mismo tiempo y demostró al mundo que ambos llegaban al suelo lunar a la vez.

¿Cae antes un martillo o una pluma en la Luna?

Nosotros atraemos a la Tierra igual que ella a nosotros

El primer científico que, en el siglo XVII, dio solidez matemática al concepto de la gravedad fue Isaac Newton. De su famosa Ley de la Gravitación Universal y de sus leyes del movimiento se desprende que dos objetos se atraen entre sí con la misma fuerza, pero en direcciones opuestas y con una aceleración inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa, lo cual quiere decir que, aunque parezca increíble, nosotros atraemos a la Tierra exactamente igual que ella nos atrae a nosotros.

Cuanta más cantidad de materia tenga un objeto, mayor fuerza gravitatoria ejerce sobre otro

El secreto de que siempre seamos nosotros los que caigamos, y no al revés, está en la masa: cuanta más cantidad de materia tenga un objeto, mayor fuerza gravitatoria ejerce sobre otro. La teoría de Newton permitió explicar gran cantidad de fenómenos naturales que hasta entonces habían sido un misterio, como los movimientos de los planetas, las mareas, producidas por la acción gravitatoria de la Luna, o las leyes que rigen la caída de los cuerpos, y siguió vigente hasta que un nuevo genio de la ciencia vino a ocuparse de este fenómeno omnipresente.

Einstein y el espacio-tiempo
A principios del siglo XX, Albert Einstein interpretó la gravedad dentro de los parámetros de su teoría de la relatividad y la definió como una distorsión del espacio-tiempo provocada por los objetos existentes en él. El científico alemán consideraba la existencia de una especie de tejido espacio-temporal que los cuerpos masivos podrían deformar, como lo haría una bola maciza rodando sobre una sábana extendida. La curvatura que se produce en el espacio-tiempo es la que determina la trayectoria de los cuerpos en esa región. O, para utilizar la interpretación de los científicos C. Misner, K. Thorne y J. Wheeler, la materia le dice al espacio cómo curvarse y el espacio le dice a la materia cómo moverse. Einstein predijo fenómenos como que un campo gravitatorio muy potente puede llegar a desviar un rayo de luz, hecho que acaba de comprobarse una vez más durante el eclipse de sol que ha podido verse el mes pasado desde África.

En época más reciente, la física de partículas ha lanzado la hipótesis de la existencia de los gravitones, unas partículas que rodearían a los cuerpos y determinarían su gravedad, pero que, de momento, quedan confinadas al campo teórico, porque nadie ha conseguido verificar su existencia.

La teoría del físico holandés que lo ha puesto todo patas arriba

Lo cierto es que la gravedad no ha sido nunca explicada del todo. Siempre ha habido piezas que no encajan. El físico teórico Erik Verlinde, de la Universidad de Amsterdam, lanzó una teoría que muchos consideraron fuera del tiesto. Sin embargo, puede tratarse de una de las mayores revoluciones en nuestra comprensión de las fuerzas de la naturaleza. Según Verlinde, además, su teoría permite explicar alguno de los grandes enigmas del cosmos, como la materia oscura.

Verlinde centra su explicación en la termodinámica. Repasamos tres leyes fundamentales de la termodinámica: la conservación de la energía, la irreversibilidad de la naturaleza y la entropía (algo fascinante, y es que todo tiende al desorden). Verlinde afirma que «la gravedad no existe» y que la ciencia ha estado analizándola de manera incorrecta.

La idea de que la gravedad está relacionada con la entropía y que podría no ser una fuerza fundamental ha generado bastante controversia en el mundo científico, y muchos tratan de demostrar si es cierta, o si es incorrecta.

Margot Brouwer, del Observatorio Leiden, ha puesto a prueba la nueva teoría de la gravedad del físico teórico Erik Verlinde, por primera vez, a través del efecto de lente de gravedad. Brouwer y su equipo midieron la distribución de la gravedad alrededor de más de 33.000 galaxias para poner a prueba la predicción de Verlinde. Brouwer llegó a la conclusión de que la teoría de Verlinde está de acuerdo con la distribución de la gravedad medida. Los resultados han sido publicados en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Así, los manuales básicos para entender el mundo siguen con páginas por rellenar.