Vaya por delante que usar chanclas o sandalias (y más con calcetines) no es mi opción favorita. Y jamás se me hubiera ocurrido hacerlo con el objetivo de reducir el impacto de una actividad física. Pero, ¿sirve de algo el calzado de recuperación? ¿Qué dice la ciencia al respecto?

Durante un mes hemos utilizado las sandalias OOahh Sport Smoke de Oofos para ver si existía un impacto en le recuperación. Fundada hace menos de una década en Estados Unidos, el secreto de Oofos proviene de la tecnología OOfoam, una espuma patentada cuyo objetivo es absorber el impacto, al contrario de lo que ocurre con las espumas de calzado deportivo, principalmente aquellos centrados en running, que están diseñadas para «rebotar» y propulsar hacia adelante.

De hecho, un estudio científico, realizado por el Laboratorio Speed de la Universidad de Virginia, señala que absorben un 37% más del impacto y sostienen los arcos para reducir el esfuerzo energético en los tobillos hasta en un 20%. ¿El problema? El laboratorio Speed es un centro de investigación que frecuentemente se utiliza para pruebas de calzado deportivo y en este caso el estudio fue patrocinado por Oofos, lo cual no quiere decir que los resultados sean falsos, sino que hay un conflicto de interés.

La realidad es que no hay bases científicas ni muchos estudios al respecto. Algunos solo se basan en cuestionarios  o en una compartiva visual, ninguno de los cuales mide los efectos fisiológicos.

Dicho esto y tras completar una rutina de unos 100 km cada 20 días y usar las Oofos Sport Smoke, el efecto es más que interesante. Sin duda es mejor que ir descalzo, algo que generalmente alivia la tensión. La sujeción al pie es muy buena lo que impide que la suela y el talón se despeguen a menudo, creando el movimiento reflejo de tensionar los dedos, tan propio de las sandalias convencionales, creando una tensión involuntaria.

Quizás la sensación más parecida es la de caminar, descalzo, sobre  hierba mullida, con la ventaja de contar con una sujeción adecuada del pie y con una suela que no es recta: tiene una ligera curvatura, como una mecedora, que imprime un ligero impulso hacia delante.

Otra ventaja es que, pese a su tamaño, son muy ligeros y fáciles de llevar. Casi me convencen de salir con ellos, aunque prevaleció el sentido estético, sobre todo en invierno.

La pregunta del millón: ¿se nota la diferencia? Personalmente sí he percibido el cambio en las zonas del talón, gemelos, isquiotibiales y cuádriceps, no así en la cintura o en la zona lumbar. La clásica rigidez que se produce cuando nos enfriamos, dos horas después de correr, no es tan notoria. Otra nota interesante fue descubrir cómo se adapta la suela al arco del pie con un equilibrio destacado entre ocupar la concavidad y sostenerlo sin que se sienta la presión.

Están hechas de un material antimicrobiano y aunque son agradables al tacto y no acumulan olores desagradables, lo recomendable es llevarlas con calcetines confortables por un tema de transpiración del pie.

Aunque todavía no existan diferentes estudios que confirmen las afirmaciones de sus beneficios, experimentar con ellas y sacar las conclusiones propias, es el primer paso para obtener evidencias. La nuestra es positiva.