Las conclusiones del XXI Congreso de Periodismo de Huesca, por Darío Pescador, director de Quo

El Congreso de Periodismo de Huesca reúne cada año a los profesionales de la información en una cita ineludible para hablar del presente y del futuro. Este año el periodismo científico ha sido el protagonista por la presencia de la pandemia mundial de COVID-19 que ha forzado a que el Congreso se celebre de forma virtual. Como cada año, Darío Pescador, director de Quo, es el encargado de leer las conclusiones de lo discutido en el Congreso. 

Decía el director de cine John Waters que si vas a casa de alguien y esa persona no tiene libros, no deberías acostarte con ella. Podríamos pensar que algo de verdad hay porque que casi todos los ponentes en el XXI congreso de Periodismo de Huesca, edición virtual, aparecen con su biblioteca de fondo. Pero yo creo que hay algo más. Los libros son una invitación a pararnos y leer, y sobre todo, pensar.

Permitan que me ponga el sombrero de periodista científico por un minuto y les hable de la mente humana. Los seres humanos tenemos dos cerebros, dos naturalezas. Una competitiva, egoísta, y cortoplacista, y está dirigida por el miedo. La otra es colaborativa, generosa, piensa en el futuro, y responde a nuestra necesidad de conectar con los demás.
Las crisis no son oportunidades. Son catalizadores, aceleradores de los cambios que estaban latentes, para bien y para mal. Esperábamos que la pandemia sacara lo mejor de nosotros mismos, la valentía, la solidaridad, el heroísmo y el rigor, y mucho ha habido de eso. Pero también ha dado alas a la manipulación, la mentira y el tribalismo, el enfrentamiento y la tan comentada polarización.

La política y el debate político, tanto en el gobierno como en las redes sociales se ha convertido en “una pelea de bar” como la define Ignacio Escolar, que nos repugna, pero de la que no podemos apartar la mirada. Una crispación de la que nos han dado buena cuenta los periodistas que han dejado la profesión para unirse a las filas de los partidos políticos.

“Prevalecen las emociones sobre las ideas, y hay gente que está hasta el gorro de la espiral de tensión”, nos ha dicho Jesús Maraña. Pero precisamente en medio de esa refriega los medios tienen que tomar partido. Pueden elegir sumarse a la bronca y avivar los incendios, o explicar la realidad con ecuanimidad y rigor.

Es una decisión complicada con las actuales aperturas económicas, porque las peleas en el barro venden. Es la infodemia, como la ha llamado Mámen Mendizábal, la epidemia de información basura. Los lectores también luchan en esta batalla interior. Por un lado, buscan información contrastada y de calidad, y por otro solo quieren ver las noticias que confirman lo que ya creen.

El problema es que informar bien es caro, y los medios de comunicación ya no pueden depender de un mercado publicitario en caída libre, y mucho menos de la publicidad institucional, que siempre viene con servidumbres. Por este motivo el premio José Manuel Porquet de este año ha ido a parar a la periodista aragonesa Mavi Doñate, corresponsal de Asia-Pacífico de TVE, por su ejemplar cobertura del coronavirus.

Este es el año en que los medios de comunicación han decidido pasar la gorra para que sus lectores les ayuden a sobrevivir y a ser independiente. Sea a través de muros de pago o de solicitar donaciones. Contar con el apoyo financiero de los lectores hace a los medios más independientes, pero tiene un precio muy alto. No el de la suscripción, que también, sino el de la desigualdad en el acceso a la información.

Cómo nos ha recordado Enric Juliana, el periodismo se ha convertido más que nunca en un servicio esencial. El pago por contenidos tiene el riesgo de convertir la información de calidad en un lujo al alcance de unos pocos, mientras que los demás se alimentarán de información basura, el equivalente informativo a la pizza que se reparte en los colegios.

No debemos olvidar que la información es un derecho y que como nos ha contado Eduardo Suarez, hay un 50% de los lectores que no puede o no quiere pagar. No podemos dejar que estas personas se informen con la inmundicia gratuita que llega por WhatsApp y que cada vez más está controlada por oscuros intereses.

Como los compañeros nos han contado en el congreso, ha hecho falta una pandemia con un millón de muertos para que la ciencia pase a primer plano. La información reposada, elaborada con mimo y rigor es ahora imprescindible, porque lo contrario tiene un precio en vidas humanas. Pero nos vemos obligaos a informar sin abrumar, porque el trabajo se nos amontona para explicar el inexorable cambio climático que puede barrernos mucho antes de lo que pensamos.

Esta necesidad de voces calmadas y sensatas se ve claramente en el éxito repentino de los podcasts, una forma más meditada y humana de informar, conversar y contar historias al oido, pero que les aseguro por experiencia que, como una obra de artesanía, exigen un esfuerzo titánico.

La importancia del periodismo visual para lograr este equilibrio entre rigor y persuasión tiene un gran exponente en la periodista Almudena Toral de ProPública con sus documentales y digitales sobre la inmigración en la era Trump, mostrando una realidad que no debe ser oscurecida por la política.

Hay lugar para la esperanza. Los nuevos proyectos presentados en el congreso dedicados al periodismo rural, la prensa económica, el debate político, la información sobre el clima o la cultura coreana nos demuestran que muchos periodistas cumplen con su labor supliendo con trabajo y dedicación la falta de medios.

En este congreso nos ha dejado el genial Quino, que se definía como un periodista que dibuja. En una de sus viñetas, un hombre rico decía “por suerte la opinión pública todavía no se ha dado cuenta de que opina lo que quiere la opinión privada”. En nuestras manos está cambiarlo.

Fernando Garea nos explica que la pandemia es una crisis triple para el periodismo: la económica, la tecnológica y la profesional. Una crisis que afecta a la calidad del periodismo y, sobre todo, a la libertad de los periodistas y al respeto de los ciudadanos que debemos ganarnos cada día. En una época en que todo el mundo grita, Garea nos recuerda los retos a los que nos enfrentamos. Hacer periodismo a distancia, el tratamiento de las tragedias, el dilema de sensibilizar a los ciudadanos sin ocultar los efectos reales de la pandemia, y al mismo tiempo no hacer sensacionalismo. Es un ejercicio de humildad en el que es más necesaria que nunca la autocrítica y admitir la evidente pérdida de influencia.

Pero como una vez dijo en Huesca un gran periodista científico, hemos venido a jugar.