A medida que envejecemos, la mayoría perdemos la motivación para aprender cosas nuevas. Parece algo inevitable, pero no lo es. Al menos así lo explica un estudio publicado en Cell  por neurocientíficos del MIT que han identificado un circuito cerebral que es fundamental para mantener este tipo de motivación 

De acuerdo con Ann Graybiel, líder del estudio, este circuito es particularmente importante para aprender a tomar decisiones que requieren evaluar el costo y la recompensa que conlleva una acción en particular. Los investigadores demostraron que podían aumentar la motivación de los ratones más viejos para participar en este tipo de aprendizaje al reactivar este circuito, y también podrían disminuir la motivación al suprimir el circuito.

«A medida que envejecemos, es más difícil tener una actitud positiva hacia nuevos desafíos – explica Graybiel en un comunicado –. Pero este compromiso, es fundamental para nuestro bienestar social y para el aprendizaje. Para sobrevivir, para hacer prácticamente cualquier cosa necesitamos constantemente aprender”.

En nuestro cerebro, el cuerpo estriado es parte de los ganglios basales, un conjunto áreas vinculadas con la formación de hábitos, el control del movimiento voluntario, las emociones y la adicción. Durante varias décadas, el laboratorio de Graybiel ha estudiado grupos de células llamadas estriosomas, que se distribuyen por todo el cuerpo estriado. Los estriosomas juegan un papel importante en un tipo de toma de decisiones conocido como conflicto de aproximación-evitación. Estas decisiones implican elegir si tomar lo bueno con lo malo, o evitar ambos. Un ejemplo de este tipo de decisión es tener que elegir si acepta un trabajo que paga más pero obliga a alejarse de la familia y los amigos.

El laboratorio de Graybiel descubrió que los estriosomas se conectan a las células de la sustancia negra, uno de los principales centros productores de dopamina del cerebro. Esto llevó al equipo de Graybiel a plantear la hipótesis de que los estriosomas pueden estar actuando como un guardián que absorbe la información sensorial y emocional que proviene de la corteza y la integra para producir una decisión sobre cómo actuar.

De este modo un ser humano puede decidir que una recompensa alta no compensa por sus consecuencias negativas mientras que otro decidir que sí vale la pena. “Y esto puede resultar en un aprendizaje impulsado por recompensas en algunos y un aprendizaje impulsado por los costes en otros”, afirma Graybiel.

De acuerdo con el estudio, el compromiso con este tipo de aprendizaje disminuye a partir de los 60 años aproximadamente, algo que coincide con la reducción en la actividad de la actividad estriosómica. Lo interesante es que cuando los científicos utilizaron fármacos dirigidos para impulsar la actividad en los estriosomas, descubrieron que los ratones usados en el experimento, se involucraban más en nuevos aprendizajes. Por el contrario, la supresión de la actividad estriosómica conducía a la desconexión.

Esto significa que, eventualmente sería posible estimular las ansias de seguir aprendiendo, independientemente de la edad.