Ocurre a menudo: hay días que salimos a correr y todo nos parece fácil, aumentamos el ritmo, no nos cansamos y podríamos prolongar la rutina y sin embargo hay otros en los que, pese a llevar la misma dieta, correr a idéntica hora y haber descansado igual de bien, la fatiga se dispara apenas comenzamos. ¿Cuál es la diferencia? De acuerdo con un estudio, la clave podría ser el frío.

De acuerdo con John Brewer, director del departamento de Ciencias Aplicadas del Deporte en la Universidad de St. Mary’s «este estudio ha demostrado que se produce una mejor respuesta fisiológica en condiciones frías: frecuencias cardíacas significativamente más bajas y una mayor comodidad térmica. Todo esto puede ayudar a mejorar significativamente las posibilidades de que un corredor logre una marca personal”.

Para llegar a esta conclusión, el equipo de Brewer utilizó dos cámaras en las cuales se simulaban diferentes condiciones térmicas: en una de ellas la temperatura era de 8 grados centígrados y en la otra casi 23ºC. Los voluntarios debían correr 10 km en tres sesiones diferentes para identificar las constantes vitales, capacidad aeróbica y la velocidad de carrera. Una vez conseguidos estos datos, se llevaron a cabo dos carreras más, tanto en temperaturas frías como cálidas, donde se midieron las medidas fisiológicas de la frecuencia cardíaca y el lactato en sangre junto con las medidas percibidas de la sensación térmica.

Los resultados mostraron que las frecuencias cardíacas eran un 6% más altas en condiciones más cálidas y debido a la mala regulación térmica, los corredores estaban un 38% más deshidratados. Al mismo tiempo, en condiciones de frío, la sangre fluye principalmente hacia el tronco, lo que “engaña” al cuerpo y le hace pensar que está hidratado. En pocas palabras: correr es evidentemente más difícil en el verano y en climas fríos puede ayudarnos a lograr una marca personal. Eso sí, siempre hay que vigilar la hidratación y no esperar a tener sed para beber. Sobre todo a partir de carreras que excedan los 5 km.