¿Es posible novelar la ciencia? Esto ha sido una realidad para los cientos de relatos que formaron parte de esta primera experiencia literaria aquí en Madrid la pasada primavera. Un certamen en el que la revista QUO ha tenido un papel importante de colaboración dentro del jurado del evento promovido por Fundación para el Conocimiento de la Comunidad de Madrid. El viernes tuvo lugar la entrega de premios en el Espacio Fundación Telefónica de la capital dentro de las actividades de la VIII Noche Europea de Investigadores de Madrid.

Tras una tarde noche de monólogos a cargo de «The Big Van», que nos acompañaron en un fascinante viaje entre narrativa, ficción y ciencia; y contar con la presencia de Javier García Martínez, catedrático de química inorgánica y director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante, fue el momento de conocer quién se encontraba detrás del primer premio del Certamen de relatos científicos. 

Muchos lo han intentado, pero solo uno ha logrado cautivar a todos los miembros del jurado. Se trata de la pieza «HANAMI», de la autora Nuria Rodríguez, del Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo

Si queréis formar parte de la magia de la primavera y los fuegos artificiales no dejéis pasar la oportunidad de leer esta pequeña historia.

En el mundo, solo existen dos tipos de respuesta, afirmativa o negativa, sí o no, todo o nada, blanco o negro.

En el mundo, existen rumores, buenos o malos.

Yo conozco un rumor, se dice que cuando un químico contempla fuegos artificiales, está más fascinado por las reacciones que ocurren que por la belleza de los mismos.

Es marzo de 1985, en Japón, dentro de un mes va a dar comienzo el Haru Hanami, es decir, el festival de primavera, haru, en el cual se celebra el florecer de los árboles de cerezo, hanami.

Dentro de un mes, la mayoría estará colapsando las calles, gritando y molestando para ver un simple florecer que se repite cada año.

Otros pocos nos quedaremos en casa, reflexionando cuan inútil es ir a pasar calor, dolor de pies y a escuchar el sonido de  tambores y flautas retumbándote en los oídos.

Por suerte, el mundo que yo vivo es uno en el que todo está previsto y cada día es una fotocopia del anterior.

Mi nombre es Hikari Sekai. Sekai significa mundo. Irónico, ¿verdad?

Bienvenidos, a mi mundo.

Soy química, trabajo en un laboratorio, soy experta en explosivos y reacciones de combustión. Tengo un apodo, me llaman Kuro, significa negro, no lo entiendo del todo, pero creo que se debe a mi filosofía de vida, ya que el negro no es un color y los colores son simples respuestas secundarias derivadas de la original, la luz, es decir, el blanco, Shiro.

No me gustan los imprevistos, cuando surge alguno, trato de solucionarlo lo más rápido posible y si no puedo, trato de eliminarlo. Hoy es uno de esos días en los que ha surgido un imprevisto. Me han encargado hacer los fuegos artificiales para el festival, eso es normal, suele pasar. El problema es el encargado del festival de este año. Es amigo de mi jefe y ha conseguido que le permitan seguirme a todas partes durante mi tiempo de trabajo para observar la elaboración de los fuegos.

Su nombre es Yoshida Haru, Haru significa primavera. Es un artista y también el encargado del Haru Hanami de este año.

Cuando mi jefe terminó de informarme, le dije a Haru que me escribiese en un papel los fuegos que quería  y los colores que deseaba. Cuando  acabó, le di las gracias y me fui en silencio a proceder con el encargo. Mientras los elaboraba él me contaba cosas, con un tono excitado y siempre sonriendo, pero al ser información inútil, no las recuerdo.

Al día siguiente acabé los fuegos y se los enseñé, los probamos y me pidió que los repitiese cambiando algunos colores, y así lo hice, sin embargo, siempre había algo que no le gustaba así que cuando tuve que repetirlos por sexta vez, con tono calmado y serio, le pregunté – ¿Qué es lo que pretende con todo esto? 

– Él me contestó – Cuando llegué aquí pensé “no puede existir alguien así”, así que he comprobado después de cinco días que puedes decir cosas por ti misma sin que te ocurra nada. Además, siempre haces lo mismo, una reacción tras otra, a lo mejor si cambias el proceso te salen resultados interesantes. – Le miré tratando de comprender aquellas últimas palabras y le dije – No lo entiendo, no importa el proceso, solo hay dos resultados, el producto o nada. – Y, de repente, pude observar cómo su rostro, siempre alegre, se tornaba oscuro y triste. Por un momento, se me olvidó cómo respirar. Yo sabía lo que eso significaba y no me gustó nada. Así que recogí mis cosas y me fui corriendo a casa.

El amor es un imprevisto, los imprevistos hay que eliminarlos cuanto antes, así que al día siguiente rehíce los fuegos más cuidadosamente que nunca y le miré rezando para que estuviese satisfecho y se fuese para no volver más. Pero una vez más puso aquella expresión de tristeza, me miró y con un tono apagado me dijo – A pesar de que tienes la respuesta delante de tus ojos no eres capaz de verla. – Y se retiró.

Cuando llegué a mi casa, reflexioné sobre lo que había dicho, y pensé – no hay nada que ver, todo debe ser igual que siempre. – Y con arritmia en el corazón, llegó a mi cabeza una idea muy peligrosa, ¿Y si hay más de dos tipos de respuestas? De repente, lo entendí todo, por qué me llamaban Kuro, por qué me hizo repetir tantas veces todo y por qué se entristecía cada vez que escuchaba lo que decía. Era como si el mundo se hubiese llenado de color y aquella niebla que me había protegido durante años se disipase y pudiese ver con claridad lo ciega que había estado.

Era tarde, pero decidí ir al laboratorio y rehacerlo todo. Utilicé compuestos que jamás pensé que utilizaría para ese tipo de reacción y, como Haru decía, el resultado no siempre tiene por qué ser el mismo. Así que le llamé y le pedí que viniese al parque de arena que hay frente al laboratorio y cuando llegó, prendí la mecha y al explotar, todo el cielo se iluminó y parecía que los pequeños fuegos rosados bailaban en el cielo estrellado junto a los pétalos de cerezo iluminados por la luz de la Luna.

De forma imprevista, cuando vi la hermosura de aquellas flores de fuego, mi cuerpo reaccionó solo y sonriendo, miré a Haru y le dije – Me alegro de haberte conocido, ya que tú eres las primavera de mi vida. – Él, me miró sorprendido, pero de repente me besó y sonriendo, me dijo – Tú no eres Kuro, eres Shiro, porque dan ganas de ponerte colores encima y eso es lo que me gusta de ti.

Es abril de 1985 en Japón. Este año voy a hacer algo inútil, voy a ir al festival, pero no voy sola.

Mi nombre es Hikari Sekai. Sekai significa mundo y Hikari significa luz. 

La primavera, le ha traído luz a mi mundo. Irónico ¿verdad?

Bienvenidos, a mi mundo.