Tres veces más grandes que nosotros, de al menos unos 300 kilos. Así serían los alienígenas según el cosmólogo Fergus Simpson, de la Universidad de Barcelona. Simpson desarrolló un modelo matemático que asume que la vida en otros planetas obedece a las mismas leyes de conservación de la energía que en la Tierra, básicamente: los animales más grandes necesitan más recursos y consumen más energía, por lo tanto, son menos abundantes (hay más hormigas que elefantes). Al mismo tiempo, señala que es necesario un tamaño mínimo para desarrollar una inteligencia avanzada y, según la cantidad de planetas habitables, el promedio es que nuestros vecinos cósmicos serían bastante más grandes que nosotros, casi como un oso polar.

Seth Shostak, director de SETI (el instituto que busca vida inteligente extraplanetaria), asegura que los cálculos de Simpson son acordes con su teoría: “Los organismos avanzados en términos de inteligencia están entre los grandes, ya que estos viven más tiempo y una mayor esperanza de vida es necesaria para el desarrollo de tecnologías”. Somos nuestro ambiente. La química del aire, la gravedad y hasta el núcleo del planeta condicionan nuestra evolución. Cuanto más saben los científicos de los planetas extrasolares, más se atreven a jugar a imaginarse cómo serían sus habitantes.

“Su configuración es humana porque nosotros los imaginamos”, Michael H. New, experto de la NASA

Muchos expertos buscan inspiración aquí, en la Tierra, para lo que nos podríamos encontrar en el cielo. Andrew Knoll, biólogo de las misiones Rover de la NASA, afirma que “han existido diferentes Tierras a lo largo de la historia. Un planeta muy frío, otro muy caliente, continentes unidos, más cantidad de oxígeno, o menos… Y la vida se adaptó a todas esas condiciones”. No sería extraño, como nos cuenta Sara Seager, astrofísica del MIT, que “cualquier cosa que imaginamos pueda existir.

Un mundo con plantas que vuelan
Por ejemplo, el planeta GJ1214B. Tiene dos veces el tamaño de la Tierra, temperaturas muy altas y abundante agua. La combinación de las dos últimas características hace que constantemente se forme vapor por encima de los océanos. Esa es una zona de confluencia que estaría habitada por animales muy extraños”. Seager trabaja codo con codo junto a William Bains, biólogo del MIT, imaginando la vida fuera del Sistema Solar. “Al vivir en esa zona mixta”, explica Bains, “podríamos pensar en criaturas como aves nadadoras, capaces de planear mucho tiempo debido a una mayor densidad del aire que en la Tierra”.

Otro ejemplo es GLIS 581D, un planeta en la constelación de Libra. Su estrella tiene un brillo equivalente a la mitad de nuestro Sol. Esto tiene tres consecuencias: mucha oscuridad, temperaturas extremas y una rotación más lenta. Para Michael LaBarbera, profesor de Biomecánica de la Universidad de Chicago, en un ambiente como ese, “los organismos deberían poder ascender para buscar luz. Así habría “plantas-cometas” que estarían ancladas al suelo, pero se elevarían gracias a los fuertes vientos persiguiendo la luz.

Los depredadores se moverían también por el aire, tendrían grandes alas y un desarrollado sistema de sonar para ubicarse en la oscuridad, una mezcla de albatros y murciélagos. Las presas poseerían un caparazón duro y un sistema auditivo para detectar el sonar de sus enemigos y huir”. Exoesqueletos, cantidad de ojos, bipedismo, forma de las manos y hasta la composición de los huesos. Todo esto han deducido los científicos sobre ET.
Y aunque se llegase a demostrar que los cálculos de Simpson son correctos, el propio cosmólogo asume que hay mucha información que no tuvo en cuenta. “Sería imposible”, aclara Simpson, “incluir todas las variables en un algoritmo como el que desarrollamos”. Su estudio no incluye, por ejemplo, la composición del planeta ni su atmósfera. En un planeta con poca gravedad, sus habitantes pueden ser enormes. Y viceversa.

Pero qué ocurriría, como plantea Shostak, si “la evolución alienígena hubiera producido inteligencia artificial tan avanzada que la señal que nos llega proviene de máquinas y no de seres vivos? Estas evolucionan mucho más rápido que la biología”. Entonces, los “extraterrestres” podrían elegir su forma y nunca sabríamos cómo son.

Cabeza elevada para ver presas y enemigos. Ojos cerca del cerebro para que la señal visual no tenga demora.
Si la gravedad fuera débil, nuestro cuerpo podría desarrollarse mucho más, seriamos más altos y de miembros más alargados.
Los brazos seguirían la simetría de las piernas, aunque no serían tentáculos. Estos no están diseñados para manipulación fina, y gran parte de la inteligencia se desarrolló para construir herramientas.
Huesos: calcio, queratina, nanotubos de carbono.
Más articulaciones y mayor movilidad en ellas. Un mínimo de tres dedos para manipulación

Fuentes: Simetría bilateral: Bernard Bates, profesor de Física de la Universidad de Pudget Sound. Cabeza: Nnedi Okorafor, autor ciencia ficción.
Huesos: Michael LaBarbera, Universidad de Chicago. Articulaciones: Bjørn Østman, de la Universidad Estatal de Michigan. Gravedad: Diana Valencia, MIT.

Sistema digestivo muy básico, pero bien adaptado a microbios y bacterias tóxicos.
Sin necesidad de ojos, debido a la oscuridad.
Exoesqueletos capaces de resistir grandes presiones.
El alimento lo obtiene filtrando agua directamente por la piel.
Sentidos: del movimiento, la temperatura y la electricidad.
Tendría antenas o protuberancias en el cuerpo que le sirvieran para obtener la información.

Fuentes: Sentidos y exoesqueleto: Lewis Dartnell, del University College. Alimento: Michelle Thaller, University College de Londres.

Ojos: estarían adaptados al hábitat, un iris mayor si es un planeta oscuro, un tercer párpado o ver el espectro infrarrojo.
La nariz debería estar cerca de la boca, para compartir la capacidad respiratoria y la olfativa.
Sus cuerpos aumentarían con la luz, tendrían exoesqueletos para absorber la radiación de su estrella y sacos de flotación para mantener la profundidad.
Dientes: debería tener, para poder procesar el alimento. Los animales menos evolucionados, en general, no tienen dentadura.
Se comunicarían por medio de pulsos de luz con otros de su especie.

Fuentes: Ojos: Nnedi Okorafor. Comunicación y cuerpo: Maggie Aderin-Pocock, Harvard. Nariz y dientes: Bernard Bates.