Nuestro cuerpo ha evolucionado de modos muy precisos para adecuarse a las características terrestres: temperatura, atmósfera, gravedad, etc. Pero, ¿qué pasaría si  las temperaturas en nuestra bien amada Tierra fuesen las de Mercurio? ¿Y si los días durasen lo que en Venus? ¿De qué modo resolveríamos cosas tan cotidianas como darnos una ducha o hablar por el móvil en Júpiter? Los astrónomos planetarios, encargados de estudiar los cuerpos del Sistema Solar, han echado un vistazo a lo que “se cuece” en otros barrios de nuestro entorno y, como si de la visita a un parque temático se tratase, te mostramos sus conclusiones.

Primera parada: Mercurio. Nuestro reloj biológico no se encuentra muy a gusto aquí. La combinación de sus movimientos de traslación alrededor del Sol (88 días terrestres) y de rotación sobre su eje (59 días) supone experimentar una jornada (de mediodía a mediodía) extremadamente larga: 176 días, lo que duplica la longitud de su año. Muy adecuada para aquellos a quienes siempre nos faltan algunas horas en el trabajo o varios días en las vacaciones, aunque incompatible con nuestros ritmos biológicos.

El infierno tiene nombre de diosa
Para quienes gusten de las atracciones extremas, no obstante, el averno planetario es la atracción llamada Venus. Lo primero que nos llama la atención es su permanente capa nubosa, que no nos deja ver el Sol: una Londres perpetua. La luz visible no la puede atravesar, y desde el interior, poco o nada podríamos ver, pues las condiciones reinantes acabarían instantáneamente con nosotros. Venus es un caso desbocado de efecto invernadero. El 96,5% de su atmósfera está compuesto por dióxido de carbono; el resto es básicamente nitrógeno. Todo lo contrario que en la Tierra. 

En esencia, el CO2 absorbe el 99% del calor que desprende la superficie, lo que eleva la temperatura hasta los 500ºC. Y esta temperatura es idéntica tanto en el ecuador como en los polos, en la cara diurna y en la nocturna. Si pudiéramos vivir allí, nos bastaría con llevar siempre el mismo tipo de ropa… y un paraguas blindado. Los científicos creen que la atmósfera podría experimentar  precipitaciones de ácido sulfúrico. Un tiempo muy poco recomendable para salir a pasear.

Para aquellos que a esta altura estén sufriendo de saudade, o nostalgia del terruño, el más familiar de los paisajes lo encontramos en la zona marciana. Su aspecto visual no es muy distinto de algunos desiertos terrestres. Pero mirándolo más de cerca, las ganas de pasear por él sin protección desaparecen. La atmósfera está hecha en un 95% de CO2. Pero su bajísima densidad (diez mil veces más débil que la venusiana, ya que la mayor parte del CO2 está congelado en la superficie y en los polos) no la hace apropiada para sostener la vida o frenar la llegada de pequeños meteoritos.

La detección de gases atmosféricos típicamente producidos por procesos biológicos sugiere que Marte podría tener vida microscópica en el subsuelo, el único lugar seguro. El núcleo metálico marciano ya no gira; los volcanes, los mayores del Sistema Solar por la baja gravedad, se han apagado, y el campo magnético del planeta ha desaparecido, lo que ha permitido la llegada de partículas cósmicas muy energéticas.

Un sistema planetario paralelo
Bienvenidos a la mayor de nuestras atracciones. Júpiter es, de los planetas gaseosos del Sistema Solar, el de más masa, pero no la suficiente como para haberse convertido en estrella. A pesar de todo, su gran número de satélites y el tamaño de estos lo han convertido en el centro de un sistema planetario en miniatura. Sus lunas más interesantes son, precisamente, las mayores. Entre ellas destacan Ío y Europa, por razones opuestas.

Pisar Ío es volver a penetrar en los abismos infernales. Se trata del cuerpo más activo, geológicamente, del Sistema Solar. Cercano a Júpiter, este satélite sufre efectos de marea que distorsionan su estructura. Su interior está revolucionado, y varios volcanes (más bien grandes géiseres) expelen constantemente materiales al exterior. Aquí nos esperarían posibles seísmos y lluvias de productos sulfurosos. El calor interno generado por esta luna alcanza una cifra de 100 millones de megavatios. En cambio, Europa es un satélite mucho más tranquilo. Consiste en realidad en un mundo submarino, pues bajo la corteza de agua helada que rodea por completo el satélite debe existir una zona líquida que los científicos están deseando estudiar.

El propio Júpiter es escenario de procesos poco comunes y peligrosos. Su millón de rads (medida de radiación) es muy superior a los 300 que pueden matar a un ser humano. Suponiendo que la fabricaran, nos haría falta una crema protectora de un factor 10 millones.

La gran masa de Júpiter, compuesto básicamente de hidrógeno, también llama la atención. Este elemento no se muestra sólo gaseoso o líquido, como ocurre en la Tierra. El hidrógeno situado a 20.000 km de la superficie de las nubes se comporta ya como un metal líquido.

Esperamos que la visita a nuestro parque haya sido agradable, y no olviden dejar la basura en los contenedores adecuados. Desechos espaciales tenemos de sobra. Gracias.

Cómo vestirse en Mercurio

El mejor consejo para lucir vestuario en Mercurio es: nada de tacones, para evitar quedar enganchados en las grietas; mucha (pero que mucha) ropa de quita y pon; una bonita escafandra customizada y un tubo de oxígeno, a ser posible vintage. A estas conclusiones llegamos después de saber que aquí, a pleno sol, la temperatura sobrepasa los 420ºC. Al atardecer, la graduación térmica desciende apenas unos centenares de grados; se sitúa exactamente a 151ºC, y en las afterhours desciende a la, literalmente, friolera temperatura de -173ºC. Las diferencias térmicas entre la cara de Mercurio que ve el Sol y la que no, son las mayores de nuestro sistema, y pueden llegar a los mil grados. Ante tales variaciones, la superficie que pisamos sufrió tremendas expansiones y contracciones que han creado grietas de todo tipo.

Cumplir años en Venus

Quienes vivan en este planeta nacerán con 90 años, y a medida que transcurran sus cumpleaños se volverán cada vez más jóvenes. Vamos, que la Obregón ya ha pedido el traje espacial. Esto se debe a que el catálogo de rarezas venusianas tiene su joya en el período de rotación de 243 días terrestres (un día inacabable), y un giro invertido al de la mayoría de otros mundos. Aquí, el sol sale por el oeste y se va por el este. Un verdadero mundo al revés. Para los celosos de su edad esto es un chollo, pues aquí lograrán el sueño infantil de cumplir hacia atrás.

Una excursión campestre en Marte

Para un paseo marciano habría que llevar: protector solar factor varios millones, sombrilla de titanio para protegerse de los meteoritos y diversos sistemas de anclaje para no salir volando a la menor tormenta –la gravedad en Marte es casi un tercio de la terrestre–. Aquí, las temperaturas son unos 223ºC más bajas que en la Tierra. La falta de una capa de ozono esteriliza la superficie y mata toda cosa viva.
Y la atmósfera es tan débil, que no detiene la llegada de meteoritos. Por si fuera poco, las tormentas de arena pueden ser globales. Y el campo magnético ha desaparecido, por lo que las brújulas no sirven.

Elige móvil para hablar en Júpiter

Las premisas para la elección del móvil adecuado no se centran en SMS, roaming o tribandas. Para enfrentarse a la alta radiactividad, el móvil deberá tener más protección blindada que Bush, y cada una de sus teclas no podrá ser menor que una caja de cerillas, para manipularlas con comodidad al llevar puestos los guantes espaciales. Las sugerencias obedecen a que Júpiter posee un potente campo magnético. Esto convierte sus cercanías en un hervidero de partículas energéticas cargadas y aceleradas por él. El ambiente que envuelve a Júpiter es, pues, altamente radiactivo, capaz de estropear cualquier aparato electrónico que no esté protegido.

Las Olimpíadas 2012 en un cometa

La disciplina más técnica para practicar en un cometa sería la carrera de obstáculos. Debido a la casi total ausencia de gravedad, se descartaría el salto de altura, pues un mal cálculo nos situaría en órbita. Y es que los cometas pueden ser peligrosos, sobre todo cerca del Sol. Nuestra estrella los convierte en astros activos, y andar sobre ellos podría incluir  bandearse con súbitas explosiones y chorros de materia volátil. 

Itinerarios de senderismo por Titán

Cuando la sonda Huygens de la Agencia Espacial Europea se posó sobre la superficie de la luna Titán, en el sistema de Saturno, lo hizo con un “plaf” inesperado. Los científicos esperaban un “cloc” o un “splash”, un golpe sobre una superficie dura, o quizá el amerizaje sobre un océano. Pues ni una cosa ni otra. La Huygens aterrizó sobre una especie de lodo. Desde el exterior, el aspecto superficial de Titán siempre había sido un misterio. La ESA llevaba ya más de 20 años investigando este satélite natural de Saturno. La sonda fue lanzada por la ESA en 1997 con el propósito de explicar las reacciones químicas que tienen lugar en Titán, la segunda luna más grande del Sistema Solar –después de la jupiterina Ganimedes–. En total, Huygens tiene programados seis experimentos, que analizarán la composición de la atmósfera de Titán, el único satélite de nuestro sistema que tiene una verdadera atmósfera. Esta podría ser similar a la de la Tierra hace 4.000 millones de años, antes de que apareciera la vida. Una de las misiones más importantes para los científicos es descubrir el origen de la fuente de metano, compuesto muy abundante en la atmósfera de Titán y asociado a la actividad biológica en la Tierra.

Conducir en la Luna

Para organizar una salida por los campos de la Luna, no sólo habría que mirar el parte meteorológico, sino también, y con mucha atención, el parte de seísmos lunares. En promedio, nuestro satélite natural tiene unos 190 millones de movimientos sísmicos por hora, aunque raramente llegan a sobrepasar el 2 en la escala Richter. La buena noticia es que difícilmente tendríamos un accidente, pues no hay ningún edificio que pudiera desplomarse sobre nosotros.