La debilidad de la gravedad es algo por lo que deberíamos estar agradecidos. Si fuera solamente un poco más fuerte, ninguno de nosotros estaríamos aquí para mofarnos de su naturaleza raquítica. El Big Bang creó tanto la materia como un espacio-tiempo que se expande, y en el cual esa materia puede existir. Mientras la gravedad atraía a la materia entre sí, la expansión del espacio separaba las partículas de materia, y cuanto más se separaban estas, más débil se volvía la fuerza de atracción entre ellas.

La lucha entre estas dos fuerzas llegó a un equilibrio extremo. Si la expansión del espacio hubiera superado la atracción de la gravedad en el Universo neonato, las estrellas, las galaxias y los humanos nunca habrían sido capaces de formarse. Si, por otro lado, la gravedad hubiera sido mucho más fuerte, las estrellas y las galaxias podrían haberse formado, pero habrían colapsado rápidamente en ellas mismas. Es decir, la distorsión gravitacional del espacio-tiempo habría plegado el Universo en un tremendo cataclismo. Nuestra historia cósmica habría terminado hace mucho tiempo.

Solo el término medio, donde la expansión y la fuerza gravitacional se equilibraron un segundo después del Big Bang, ha permitido que la vida se cree. Ese es el tamaño de la constante gravitacional G, también conocida como la Gran G (Big G). G es la menos correctamente definida de todas las constantes de la naturaleza. Solo es fiable hasta en una parte por 10.000, lo que la hace un número muy aproximado; la siguiente más cercana es el número fundamental llamado la constante de Planck, que es exacta en 2,5 partes por cien millones. Es la debilidad de la gravedad lo que hace que G sea difícil de medir más exactamente, si bien este problema solo es un asunto de laboratorio.

La cuestión importante es: ¿de dónde sale ese valor? ¿Por qué G tiene el valor que permitió a la vida formarse en el cosmos? La respuesta más simple, aunque poco satisfactoria, es que no podríamos estar ahí para observarla si fuera diferente. En cuanto a una respuesta más profunda… Nadie lo sabe. “Podemos hacer mediciones que determinen su tamaño, pero no tenemos ni idea al respecto de la procedencia de su valor”, dice John Barrow, de la Universidad de Cambridge. “Jamás se ha podido explicar ninguna constante básica de la naturaleza.”

Redacción QUO