Aunque la idea de construir un escudo gravitatorio cuenta ya con una larga historia, todavía nadie ha conseguido hacerlo. Quizá el intento más famoso sea el que llevó a cabo el científico emigrante ruso Evgeny Podkletnov. En 1992, Podkletnov publicó un estudio en el que decía haber detectado una reducción del peso de un 2% alrededor de un disco giratorio hecho con un superconductor cerámico. Martin Tajmar, investigador de la compañía Austrian Research Centers, publicó un hallazgo similar en 2003, y pudo continuar con sus investigaciones gracias a fondos provistos por la Agencia Europea del Espacio.

Tres años más tarde, Tajmar y la ESA anunciaron que habían medido un efecto en un superconductor giratorio que podría, con ulterior desarrollo, ser encauzado para afectar de algún modo a la gravedad. Ha habido otros que han intentado, sin éxito, replicar este efecto. ¿Cómo es que hay quien piensa siquiera que algo así sea posible? La razón es que la relatividad no descarta la posibilidad de que la doblez del espacio-tiempo que da origen a la atracción de la gravedad pueda ser “desdoblada”. “Con los ajustes adecuados, sería posible disminuir, o mejorar, la influencia de la gravedad”, opina el físico Bahram Mashhoon, de la Universidad de Missouri.

Algunos investigadores han sugerido que más allá de cierta velocidad crítica, la relatividad puede dar efectos gravitacionales de repulsión que podrían ser usados como propulsión y como escudo gravitatorio. Aunque parezca una de esas ideas peregrinas sacadas de los textos de ciencia ficción, esta peculiaridad podría ser utilizada hipotéticamente para realizar viajes interestelares. “Con la tecnología disponible actualmente, nos llevaría aproximadamente un millón de años llegar hasta la estrella más cercana”, dice Mash-hoon. “No se puede culpar a la gente por investigar estas cosas.”

Redacción QUO