Se sabe que el Nothobranchius de Furzer (Nothobranchius furzeri) vive a dos velocidades: pausa o avance rápido. Durante la mayor parte del año, este pequeño pequeño pez de agua dulce (endémico de Mozambique y Zimbabwe) sobrevive como embrión, enterrados en sedimentos de la sabana africana, al igual que las semillas de plantas. Cuando el agua de lluvia llena pequeñas depresiones en el paisaje, los peces deben nacer, crecer, madurar y producir la próxima generación antes de que el agua desaparezca.

Ahora, investigadores de la Academia Checa de las Ciencias, señalan, en un estudio publicado en Current Biology, que estos peces son capaces de condensar su ciclo de vida incluso más de lo que se creía. Los resultados muestran que, después de la eclosión de un huevo (de apenas un milímetro), los peces crecen hasta alcanzar su tamaño corporal completo (cuatro o cinco centímetros) y comienzan a reproducirse en solo dos semanas. Se trata, según los autores, de “la tasa más rápida de maduración sexual registrada para un vertebrado”.

Los hallazgos también muestran que la vida útil de los peces es bastante flexible. Martin Reichard, autor principal del estudio, señala que la esperanza de vida típica en el laboratorio es de tres o cuatro semanas en condiciones óptimas. Sin embargo, algunos estudios han informado que los peces alcanzan la madurez sexual en hasta 10 semanas, cinco veces más de lo que los investigadores ahora observaron en la naturaleza.

El laboratorio de Reichard está principalmente interesado en el proceso de envejecimiento en poblaciones silvestres. En la mayoría de los vertebrados, el envejecimiento ocurre gradualmente, tardando años en lograrlo. Al estudiar este pez, pueden analizar todo el proceso, siguiendo a varias poblaciones a lo largo de toda su vida en cuestión de meses. En ese corto período de tiempo, los peces muestran todos los signos esperados con el envejecimiento normal, incluidas marcadas disminuciones funcionales.

Juan Scaliter