Un grupo de científicos, de la Universidad de Newcastle, liderados por Geraldine Wright, ha descubierto que las abejas se centran en una determinada flor, vaciándola de néctar, debido a que sus neuronas del gusto no solo perciben el azúcar, sino que trabajan juntas para prolongar el placer que obtienen de este alimento.
Las neuronas del gusto de las abejas se encuentran en su probóscide (su aparato bucal) yemiten señales intensas durante hasta 10 segundos, mucho más que las neuronas del gusto que se encuentran en otros insectos.
“En humanos – explica Wright en un comunicado –, el primer sabor de algo dulce, como una piruleta, es increíblemente intenso pero luego se vuelve menos interesante, de modo que las neuronas sensoriales no se sobrecarguen y se agoten. Lo que hemos descubierto es que, en las abejas, la intensa dulzura inicial puede durar hasta 10 segundos, lo que hará que el insecto siga alimentándose de la misma fuente de azúcar. Esto tiene sentido si pensamos que una abeja obrera no está recogiendo néctar para sí misma sino que la está almacenando para otros en la colmena”.
Otro interesante hallazgo descrito en el estudio, publicado en Current Biology (Burst firing in bee gustatory neurons prevents adaptation), es que las abejas tiene dos neuronas del gusto dentro de cada «papila gustativa”.

“Otros insectos tienen un tipo de neurona del gusto que se activa con azúcares –añade el coautor Ashwin Miriyala – . Sin embargo, hemos descubierto que las abejas tienen dos tipos diferentes de neuronas activadas por azúcar. La primera de ellas exhibe actividad intensa cuando entra en contacto con el azúcar. La segunda neurona inhibe intermitentemente la actividad de la primera neurona durante períodos cortos de tiempo. Esta inhibición permite a la primera neurona una especie de ‘período de reposo’, por lo que puede recuperarse y mantenerse su intensa actividad por períodos de tiempo más largos. Nuestros datos muestran que la interacción entre ambas neuronas son el resultado de las conexiones eléctricas entre ellas. Esta es la primera evidencia de este tipo de conexión en cualquier neurona del sabor de los insectos”.

Juan Scaliter