En las células de nuestro cuerpo yace nuestro ADN. La información contenida allí, unas 6 mil millones de letras A (adenina), C (citosina), G (guanina) y T (timina), proporciona instrucciones precisas sobre cómo se construye la vida. Y, si tuviéramos que dibujar el ADN todos estaríamos de acuerdo: una doble hélice. Así ha sido desde que en 1953, James Watson y Francis Crick descubrieron su estructura. Sin embargo, ahora se sabe que existen pequeñas extensiones de ADN con otras formas, al menos en el laboratorio. Los científicos llevan años sospechando que estas formas diferentes podrían desempeñar un papel importante en cómo y cuándo se «lee» el código de ADN.

Pero hasta hace muy poco no se había podido demostrar en ciertos entornos: fuera del laboratorio. Ahora, un grupo de expertos no solo ha confirmado la existencia de una de estas estructuras, bautizada i-motif, también lo ha hecho en células vivas, algo que nunca se había hecho.
Los resultados se han publicado en Nature Chemistry.
«Cuando la mayoría de nosotros pensamos en el ADN – señala Daniel Christ, líder del estudio –, pensamos en la doble hélice. Esta nueva investigación nos recuerda que existen estructuras de ADN totalmente diferentes, y que podrían ser importantes para nuestras células”.
«El i-motif – agrega el coautor Marcel Dinger – es un nudo de ADN de cuatro cadenas. En la estructura del nudo, las citosinas se unen entre sí, por lo que esto es muy diferente de una doble hélice, donde las letras en cadenas opuestas se reconocen entre sí y donde las citosinas se unen a las guaninas”.
El descubrimiento llega después de años de debate, durante los cuales, los científicos se preguntaban si estas estructuras existirían en todos los seres vivos.

Los investigadores demostraron que los i-motifs se forman principalmente en un punto particular del «ciclo de vida» de la célula: la fase tardía G1, cuando el ADN se «lee» activamente. También hallaron evidencias que aparecen en algunas regiones promotoras (áreas del ADN que controlan si los genes están activados o desactivados) y en los telómeros, secciones de los cromosomas vinculados al proceso de envejecimiento.
“Creemos que esta característica de ida y vuelta de los i-motifs – concluye Christ – es una pista de lo que hacen. Parece probable que estén allí para ayudar a activar y desactivar genes, y para determinar si un gen se lee activamente o no. Esto también explicaría por qué han sido tan difíciles de rastrear hasta ahora”.

Juan Scaliter