¿Hay algún vinculo entre correr más rápido y aprender mejor? De acuerdo con un reciente estudio, publicado en Nature Neuroscience y liderado por Catarina Albergaria, la respuesta es afirmativa.Al menos en lo que respecta a los ratones.
«Nuestro principal descubrimiento – señala Albergaria en un comunicado –fue que podíamos hacer que los ratones aprendan mejor haciéndolos correr más rápido”. Pero admite que esta conclusión fue fortuita: “Nuestro objetivo inicial era relacionar la plasticidad celular en el cerebro con el aprendizaje», es decir, comprender cómo los circuitos neuronales en el cerebelo, se modifican mediante el aprendizaje de una tarea motora.

Para comprender los cambios en esta región, el equipo de Albergaria estaba centrado en tareas de aprendizaje vinculadas al de condicionamiento clásico (semejantes al comportamiento del reflejo condicionado de Pavlov de salivar cuando escucha una campana solo porque había aprendido a asociar ese sonido con ser alimentado).
En los experimentos, los científicos sometieron a los ratones a diferentes pruebas mientras corrían en una cinta sin fin, como por ejemplo aprender a cerrar los párpados en respuesta a una luz que brillaba justo antes de que recibieran una corriente de aire en los ojos (lo que normalmente provoca un parpadeo). Esta es una forma de aprendizaje que tiene lugar en el cerebelo.

Sin embargo, los no veían ningún efecto relacionado a la tarea de aprendizaje. El problema era que los ratones, con mutaciones genéticas, que usaban en el experimento no podían correr muy bien. Al resolver esto, descubrieron que todos los animales que corrían a la misma velocidad, tenían curvas de aprendizaje similares. De acuerdo con los autores el resultado fue sorprendente.
“El hallazgo de que los cambios impuestos externamente en la velocidad de carrera son suficientes para modular el aprendizaje – señalan los autores en el estudio –, proporcionan evidencia causal de que el aumento de la actividad locomotora mejora el aprendizaje”», escriben los autores en su artículo.

El equipo de Albergariatambién descubrió que el aprendizaje dependía en cierta medida de la velocidad de carrera. «Los ratones redujeron su rendimiento cuando ralentizamos la cinta y esto sucedió a escalas de tiempo de algunos segundos – añade la autora principal del estudio –.El siguiente paso fue descubrir era el mecanismo cerebral detrás de este vínculo entre correr y aprender”.
Para responder a esa pregunta, los científicos entrenaron a los ratones para cerrar sus párpados cuando experimentaban otros tipos de estímulos sensoriales (como escuchar un sonido o sentir una vibración en los bigotes) antes del soplo de aire. El resultado fue similar.
Obviamente, la incógnita final es si a los humanos nos afecta del mismo modo.

“El cerebelo es una estructura bien conservada en todas las especies y existen circuitos que son comunes – concluye Albergaria –.El hallazgo podría aplicarse a otras formas de aprendizaje del cerebelo en humanos (…) .No necesariamente tiene que ser la locomoción, cualquier cosa que impulse un aumento en la actividad de la fibra musgosa del cerebelo, podría proporcionar una modulación equivalente de aprendizaje”.

Fuente: Fundación Champalimaud.

Juan Scaliter