Es cierto: cuando uno ve la materia fecal de un elefante, lo primero que piensa no es en papel de excelente calidad. Pero la realidad es que este material resulta ser una excelente fuente de celulosa para la fabricación de papel en países donde los árboles escasean. Así lo señala un grupo de investigadores, liderados por Alexander Bismarck, quienes presentaron sus hallazgos en la 255ª Reunión y Exposición Nacional de la American Chemical Society (ACS), bajo el título Cellulose Nanopapers from Elephant Manure.

La idea del proyecto, según el propio Bismarck, surgió en la isla de Creta, cuando estando de vacaciones, vio que las cabras comían pasto seco. “Me di cuenta – explica Bismarck – que lo que sale al final es materia vegetal parcialmente digerida, por lo que debe haber celulosa allí. Los animales comen biomasa de baja calidad que contiene celulosa, la mastican y la exponen a enzimas y ácido en el estómago, y luego producen estiércol. Dependiendo del animal, hasta el 40% de ese estiércol es celulosa de fácil acceso. Por lo tanto, se necesita mucha menos energía y menos tratamientos químicos para convertir este material parcialmente digerido, en nanofibras de celulosa”.

Después de estudiar el estiércol de cabra, Bismarck pasó al de caballos, vacas y, finalmente, elefantes. De este último, el suministro de materia prima es sustancial: los parques en África que albergan cientos de elefantes producen toneladas de estiércol a diario.
Los investigadores trataron el estiércol con una solución de hidróxido de sodio. Esto elimina parcialmente la lignina, que puede usarse posteriormente como fertilizante o combustible, así como otras impurezas, incluidas las proteínas y las células muertas. Para eliminar completamente la lignina y producir pulpa blanca para hacer papel, el material debe blanquearse con hipoclorito de sodio. Así, la celulosa purificada requiere poco o ningún triturado para descomponerla en nanofibras en preparación para su uso como papel, a diferencia de los métodos convencionales que requieren tratamientos más complejos.

«Se necesita mucha energía para moler la madera y hacer celulosa – añade Bismarck –, pero con el estiércol como material de partida, se pueden reducir el número de pasos necesarios porque el animal ya masticó la planta y la trató con ácido y enzimas.El resultado es un tipo de celulosa que tiene las mismas o incluso mejores propiedades que la obtenida de la madera, con menor consumo de energía y químicos”.

Juan Scaliter