Cuando el experto en ecología Joshua Daskin, viajó al Parque Nacional Gorongosa (Mozambique) en 2012, tanto este área protegida como sus grandes animales, estaban al borde de la desaparición. Gorongosa, era una de las reservas de vida silvestre más espectaculares de África pero fue devastada por una guerra de liberación, seguida de una guerra civil de 15 años, un golpe que exterminó a más del 90% de la vida salvaje del parque.

Tras años de examinar el conflicto en áreas protegidas de África, un equipo liderado por Daskin, ha publicado en Nature, un estudio que muestra cómo las guerras han sido un factor constante en el descenso de los grandes mamíferos en África. Pero así como bastaban pocos conflictos para alterar seriamente el ecosistema, las poblaciones rara vez disminuían hasta el punto en que la recuperación era imposible.

Los investigadores examinaron las tendencias de 253 poblaciones animales que representan 36 especies, desde antílopes hasta elefantes, en 126 áreas protegidas en 19 países. Los elefantes, los hipopótamos, las jirafas y otros grandes mamíferos son cazados por su carne o para comercializar la piel u otros productos como el marfil.
Los resultados del estudio muestran que más del 70% de las áreas protegidas de África se vieron afectadas por guerras entre 1946 y 2010. En un cuarto de estas áreas, las guerras ocurrieron durante un promedio de nueve o más años. Varias naciones grandes experimentaron un promedio de 20 o más años de conflicto por área protegida, incluyendo Chad, Namibia y Sudán.
«Esperamos que nuestros datos y conclusiones ayuden en el esfuerzo de priorizar estas áreas – concluye Daskin en un comunicado – . Estamos presentando evidencia de que, aunque las poblaciones de mamíferos disminuyen en zonas de guerra, a menudo no se extinguen. Con las políticas y los recursos adecuados, a menudo debería ser posible revertir las disminuciones y restablecer los ecosistemas funcionales, incluso en zonas históricamente propensas a conflictos”.

Juan Scaliter