El mundo entero mira hacia Indonesia, dónde la erupción del volcán Agung parece inminente. El país asiático se encuentra situado en pleno cinturón de fuego del Pacífico, y se estima que en su territorio hay al menos 130 volcanes activos. La última vez que el monte Agung entró en erupción fue en 1963, provocando una auténtica tragedia ya que causó la muerte de alrededor de 1.500 personas. Por ese motivo, todo el área comprendida en cien kilómetros alrededor del volcán ha sido evacuada. Pero, aunque en esta ocasión no se produjesen víctimas humanas, existe otro motivo de preocupación. ¿Afectará la erupción al clima del planeta?

Fue en febrero de 1963 cuando se produjo la terrible erupción del volcán Agung. Pero hubo que esperar hasta diciembre de ese mismo año para que los científicos se percatasen de sus efectos sobre el clima. Ese mes se produjo un eclipse lunar en el que, contra lo esperado, la Luna fue totalmente invisible. El investigador James Hansen, de un observatorio de Iowa fue el primer que postuló que podía ser debido a las consecuencias de la erupción volcánica producida en Indonesia.

Las investigaciones posteriores revelaron que la erupción había lanzado a la atmósfera toneladas de ceniza y de dióxido de sulfuro que, al mezclarse con el vapor de agua, formaron una especie de manto de calima de ácido sulfúrico. Dicho manto disminuyó la cantidad de radiación solar que llegó a la Tierra, provocando que la temperatura global del planeta descendiera una media de 0,1 grados. El resultado fue que 1963 y 1964 fueron años muy fríos (pero sin llegar a límites alarmantes o catastróficos). De hecho, el invierno del primero de ellos se recuerda como uno de los más crudos de la historia del siglo XX. Sin ir más lejos, la temperatura más fría registrada en España se produjo el 13 de diciembre de 1957, cuando se alcanzaron-30º centígrados. Evidentemente, la erupción del volcán no fue la única causa de ese período especialmente gélido, aunque contribuyó a él.

Pero ha habido otros casos en los que las erupciones volcánicas producidas en Indonesia han influido de forma todavía más catastrófica en el clima global. Así, en 1915, la explosión del monte Tambora causó un descenso de 0,53 grados en la temperatura global del planeta, provocando un enfriamiento colectivo que, un año después, en 1816 dio lugar al llamado año sin verano. La consecuencia fue la pérdida de cosechas, hambrunas, epidemias…

Más brutales aún fueron las secuelas de la erupción del volcán Toba, también en Indonesia, hace unos 74.000 años. En 1998, el científico Stanley H. Ambrose propuso la llamada Teoría de la Catástrofe de Toba, en la que postulaba que aquel suceso provocó una caída media de la temperatura global de la Tierra de unos 3º centígrados, dando lugar a un invierno volcánicoque pudo durar hasta siete años. Ambrose cree que aquel cambio climático provocó una elevada mortalidad entre las especies de Homo que poblaban el planeta, causando que el número de parejas reproductoras se redujese (según sus cálculos) hasta una cifra comprendida entre las 1.000 y las 10.000.

¿Hay por tanto riesgo de que vivamos ahora una situación climática similar? Lo cierto es que parece que no. Tal y como explica Richard Arculus, investigador de la Australian National University, todo parece indicar que las consecuencias de una nueva erupción del monte Agung serían muy similares a las de 1963 que, como ya dijimos, provocó un descenso medio de la temperatura global de 0,1 º. Según el investigador australiano, el nivel de enfriamiento no llegaría a límites catastróficos como si sucedió en 1815, y aunque podríamos tener un año 2018 más frío de lo habitual, no parece que haya riesgo serio de que suframos una nueva pequeña Edad de Hielo.

Vicente Fernández López