En términos metabólicos, nuestro cerebro es un órgano muy caro. Se necesita mucha energía, cerca del 20% del total, para alimentar nuestra sofisticada materia gris, y eso tiene un costo evolutivo. Ahora, una nueva investigación analizó el intercambio que ocurre en nuestro cuerpo cuando tenemos que pensar rápido y emplearnos físicamente al mismo tiempo.
El estudio, publicado en Scientific Reports, es el primero en demostrar que, si bien ambos disminuyen su rendimiento, nuestra capacidad mental se ve menos afectada que la física .

Los investigadores, liderados por Danny Longman, aseguran que los hallazgos sugieren una “asignación preferencial de glucosa al cerebro”, que argumentan es probable que sea un rasgo evolucionado, ya que priorizar el pensamiento rápido sobre el movimiento rápido, por ejemplo, puede haber ayudado a nuestra especie a sobrevivir y prosperar.
Para llegar a estos resultados, el equipo de Longman analizó el desempeño de 62 estudiantes de sexo masculino, miembros del equipo de remo de la Universidad de Cambridge. Los deportistas remeros realizaron dos tareas: una prueba de memoria (recordar palabras) y una de potencia física de tres minutos en una máquina de remo.Luego debían llevar a cabo ambas prubas simultáneamente. Como era de esperar, el desafío de remar y recordar redujo el rendimiento físico y el mental.

Sin embargo el rendimiento físico fue, en promedio, un 29.8% mayor que la caída en la función cognitiva. Los expertos aseguran que los resultados son una nueva evidencia a la hipótesis del «cerebro egoísta»: el cerebro ha evolucionado para priorizar sus propias necesidades de energía sobre las de los órganos periféricos, como el músculo.

Juan Scaliter