Los celos típicamente aparecen cuando pensamos que un rival amenaza una relación importante en nuestra vida. En ese momento se producen fuertes sentimientos que pueden incluir miedo, inseguridad e ira. Los celos desenfrenados pueden tener efectos negativos en la salud y, en casos extremos, incluso pueden conducir a la violencia. Conocer los mecanismos que los disparan y comprender las reacciones facilitan su control.
El problema es que los celos también desempeñan un papel positivo, de acuerdo con los autores de un reciente estudio, en los vínculos sociales, al señalar que una relación puede necesitar atención. Sin embargo, se sabe poco sobre la biología de los celos y su papel en la evolución de los lazos afectivos a largo plazo.

Según el estudio, publicado Frontiers in Ecology and Evolution y liderado por Karen Bales, los celos generan una mayor actividad cerebral en áreas asociadas con el dolor social. Se trata del primer análisis realizado con un modelo de primate monógamo sobre la neurobiología de los celos.
«Comprender la neurobiología y la evolución de las emociones – explica Bales en un comunicado –, puede ayudarnos a entender nuestras propias emociones y sus consecuencias. Los celos son especialmente interesantes dado su papel en las relaciones románticas, y también en la violencia doméstica”.
Bales y su equipo recurrieron a los monos titi cobrizos o del Caquetá (Callicebus caquetensis), un primate monógamo que se caracteriza por el apego que muestra a su pareja, con comportamientos protectores y de angustia cuando se separan.
“La neurobiología de las relaciones de pareja – añade Bales – es fundamental para comprender cómo evolucionó la monogamia y cómo se mantiene como un sistema social. Una mejor comprensión de esta neurobiología también puede proporcionar pistas importantes sobre cómo abordar los problemas de salud y bienestar, como la adicción y la violencia de pareja, así como el autismo. Los monos titi masculinos muestran celos muy parecidos a los humanos e incluso retienen físicamente a su pareja para que no interactúe con un macho extraño”.

Para evaluar este comportamiento, los investigadores indujeron “celos” en los machos colocándolos en una situación en la que podían ver a su pareja con un macho desconocido. también hubo un grupo de control, en el que los machos veían a una hembra y a otro macho, pero en este caso ambos eran desconocidos. Después de 30 minutos, durante los cuales se filmó el comportamiento de los ejemplares macho, se llevó a cabo un escáner cerebral para ver qué áreas se activaban en cada grupo. También se midieron los niveles de distintas hormonas que se cree están involucradas en la formación delazos afectivos, agresión, apareamiento y desafío social.
Los resultados mostraron que el cerebro de los monos mostraba una mayor actividad en un área asociada con el dolor social en los humanos, la corteza cingulada. También vieron una mayor actividad en el área septal (vinculada a la memoria, la motivación, la emoción y el estado de alerta).

Los machos celosos también exhibieron cambios hormonales, con niveles elevados de testosterona y cortisol. Aquellos que pasaron más tiempo mirando a su pareja junto a un macho desconocido mostraron el nivel más alto de cortisol, un indicador de estrés social. El aumento de la testosterona se esperaba debido a su asociación con la agresión y la competencia relacionadas con el apareamiento.
El estudio sugiere que la formación de lazos de pareja involucra áreas del cerebro relacionadas con la memoria social y la recompensa, mientras que el mantenimiento de dicho vínculo parece estar basado en el refuerzo negativo, es decir, evitar el dolor de separación.
«La monogamia probablemente evolucionó varias veces, por lo que no sorprende que su neurobiología difiera entre diferentes especies – concluye Bales –. Sin embargo, parece que ha habido una evolución convergente cuando se trata de la neuroquímica. Una limitación de nuestro estudio es que solo miramos a los machos. Las hembras titi y los humanos también muestran celos y la neurobiología puede ser igual o diferente. Las diferencias sexuales en la neurobiología del comportamiento social pueden explicar en última instancia preguntas como la razón por la cual más niños que niñas tienen autismo y por qué hombres y mujeres actuar de manera diferente en las relaciones románticas”.

Juan Scaliter