En 2010 el director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, Svante Pääbo, llevó a cabo la primera secuenciación del genoma neandertal. Los resultados mostraron algo inesperado: durante miles de año compartimos geografía y cama con ellos. Así, excepto por los africanos, hoy en día todos llevamos a estos homínidos en nuestro ADN. ¿Cuánto? Entre un 1,5% y un 2,1%.
La información obtenida por Pääbo se consiguió gracias a un neandertal hallado en la región de Altai, en Siberia. Se trataba de una mujer que vivió unos 120.000 años atrás.
Pero ahora, un nuevo estudio, publicado en Science, se centró en analizar el ADN de un ejemplar más reciente en términos geográficos (sus restos se encontraron en una cueva de Croacia) y temporales (tiene unos 50.000 años).
Para comprender el impacto de este trabajo hablamos con Carles Lalueza Fox, paleogenetista del Instituto de Biología Evolutiva e investigador del CSIC.
La primera pregunta es directa: ¿somos más neandertales de lo que pensábamos? “Esto es una interpretación un poco exagerada de la investigación – nos explica Lalueza antes de viajar a Praga por una conferencia –. Son apenas décimas. No creo que se trate de la lectura más relevante del trabajo. Lo que cambia es que este ejemplar es de Croacia y el anterior, de alta calidad, era de Siberia. Entonces el primero está más cerca del punto en el que se cruzaron humanos modernos y neandertales. Y, al estar más cerca, eso permite afinar el porcentaje de neandertal mejor. La mujer de Altai tenía mucha consanguinidad.Lo que encontraron fue un 15% más de variantes que compartimos, si antes había cien, ahora tenemos 115. También hay que tener en cuenta que esta cifra varía entre individuos, hasta ahora la estimación era de 1,5 a 2,1% en el límite superior. Y ahora pasamos a hablar de un 1,8 en el nivel inferior (los humanos modernos que “menos neandertal “tienen en su ADN) a 2,6%. No creo que sea en este sentido una gran noticia”.

¿Y en qué sentido sí lo es?“Se trata de un ejemplar de alta cobertura – añade Lalueza por teléfono –, es decir de importante calidad en sus datos. Y en este sentido valida lo que sabemos hasta ahora. Incrementa y hace más sólido el conocimiento que tenemos. Lo curioso es que la información obtenida ha permitido estudiar genes vinculados a la pigmentación, tanto en el color del pelo como la piel: allí los neandertales mostraban una variación interesante”.
Este medio punto, ¿nos cambia en algo? «No porque son de cosas parecidas a las que ya habíamos visto: genes vinculados al metabolismo, inmunidad, pigmentación y hasta cognitivos, lo cual tiene lógica – concluye Lalueza –. Cuando los primeros humanos salen de África y comienzan a viajar por Asia y Europa, se encuentran con situaciones que desconocen, como otros ritmos circadianos (día y noche), muy distintos en invierno y en verano, algo que no ocurre en África. Las temperaturas más frías requieren dietas diferentes, hay otros patógenos. Los genes neandertales, que llevaban medio millón de años adaptados a esas condiciones, los incorporamos y nos ayudaron a adaptarnos a esas condiciones. Y también algún gen cognitivo que todavía no sabemos muy bien qué significa. Pero hoy esos mismos genes nos provocan problemas cardíacos, de colesterol, de obesidad, de diabetes, sencillamente porque lo que nos ayuda a vivir en un entorno frío, cuando somos cazadores recolectores, nos perjudica cuando pasamos el tiempo sentados frente a la televisión”.

Juan Scaliter