A diferencia de los animales que pueden huir de los depredadores, las plantas deben utilizar otras estrategias. Cuando el peligro se avecina, muchas plantas pueden producir productos químicos defensivos destinados a disuadir a sus atacantes, como el metil jasmonato. Como si se tratase de una llamada química, otras plantas pueden detectar estas sustancias en el aire, emitidas por las plantas cercanas, e invertir en sus propias defensas en caso de que sean las siguientes en el menú de un herbívoro.

El experto en zoología John Orrock, se preguntó si sería posible que algunas plantas pudieran, gracias al metil jasmonato, tener un sabor tan feo que los insectos que se alimentan de ellas prefirieran comer a los de sus misma especie antes que dar otro bocado más.
Para probar el efecto de las defensas de las plantas sobre el comportamiento de herbívoros como las orugas, los investigadores rociaron plantas de tomate en recipientes de plástico con una solución de control o una gama de concentraciones de metil jasmonato (baja, media y alta)y luego agregaron ocho larvas de oruga en cada recipiente . Tras ocho días se contaron los ejemplares de oruga en cada recipiente. En los dos primeros, las orugas se habían alimentado de las hojas, pero en aquellos que tenían concentraciones medias y altas de metil jasmonato, ya el primer día comenzó el canibalismo.

“A menudo comienza con una oruga mordiendo a otra – explica Orrocken un comunicado – y a partir de ahí todo va en aumento. Al final del día siempre había una oruga menos”.
El estudio, publicado en Nature Ecology & Evolution, pretende examinar la posibilidad de utilizar otro tipo de plaguicidas o exacerbar las respuestas naturales de las plantas para proteger cosechas.

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Juan Scaliter