Los expertos se acercan al estudio de la longevidad desde diferentes áreas: biología, genética, alimentación, química, etc. Y uno de los descubrimientos que han hecho es que en muchas especies existe una relación entre el tamaño de un animal y su esperanza de vida.

Esto es lo que ha llevado a Gil Atzmon, genetista en la Universidad de Haifa (Israel) a estudiar las moléculas implicadas en el crecimiento en los seres humanos para ver si ocurre algo similar. Una de las hormonas más importantes para Atzmon es la hormona del crecimiento. A través de una molécula llamada receptor de la hormona del crecimiento, puede enviar una señal para que las células crezcan más rápido. A su vez, las células también pueden liberar moléculas de señalización propias, conocidas como factores de crecimiento. Alrededor de un cuarto de los seres humanos tienen una mutación en el gen de los receptores de la hormona del crecimiento.
Para descubrir si esta mutación afectaba a la esperanza de vida, el equipo de Atzmon, secuenció el gen de los receptores de la hormona del crecimiento en 841 voluntarios: 567 del Proyecto Genes de la Longevidad, 152 de la comunidad amish, 61 del Estudio de Salud Cardiovascular y otros 61 del Estudio de Longevidad Francés.

Los resultados, publicados en Nature, señalaron que la mutación en el mencionado gen estaba presente en el 12% de los hombres mayores de 100 años. Esa tasa era alrededor de tres veces mayor que en hombres de 70 años de edad. En las mujeres, la mutación no influía en longevidad.
“Se necesita más investigación para entender exactamente por qué este tipo de receptor favorece la longevidad – concluye Atzmon –, que puede dar una esperanza de vida de hasta 10 años más y por qué el efecto se observó sólo en hombres”, pero el análisis de los genes implicados permitiría en un futuro diseñar fármacos que imiten los efectos y alarguen nuestra vida.

Juan Scaliter