La pérdida del vuelo es una de las modificaciones más recurrentes de las encontradas en la naturaleza y un fenómeno que Darwin citó como un argumento a favor de la selección natural. El padre de la evolución propuso que la pérdida de vuelo podría haber evolucionado como resultado de la selección positiva para producir cuerpos más grandes o como resultado de la ausencia de depredadores.
Ahora, un nuevo estudio, liderado por Alejandro Burga apunta a una serie de genes que pueden ser los responsables de la pérdida de vuelo en el cormorán de Galápagos (Phalacrocorax harrisi). Lo interesante es que esos mismos genes son análogos a los asociados con algunos trastornos óseos en los seres humanos.

Para obtener una mejor comprensión de la genética subyacente a la pérdida de vuelo, Burga analizó el genoma del cormorán de Galápagos (el único que no vuela) y lo comparó con otras tres especies de cormorán. Los resultados, publicados en Science, señalan que solo el cormorán de Galápagos exhibía un enriquecimiento en genes asociados con trastornos del desarrollo humano, incluyendo aquellos que afectan el desarrollo de los miembros, tales como polidactilia, sindactilia y duplicación de los huesos de las extremidades.

Muchos de estos trastornos están conectados con la producción anormal de cilios (estructuras de las células similares a cabellos). Entre los genes estudiados, el equipo de Burga se centró en dos, el Ift122 y el cux1, editándolos en ratones y lombrices, respectivamente. En los ratones, la expresión de cux1 interrumpió la diferenciación de los condrocitos, células esenciales para el crecimiento óseo, mientras que en los gusanos, la expresión Ift122 perjudicó la función de los cilios. Los autores proponen que estos genes que resultan en déficit óseo y ciliar pueden haber sido seleccionados positivamente en el cormorán de Galápagos, ya que las alas más cortas podrían ser una ventaja durante el buceo al disminuir la flotabilidad del ave.

Juan Scaliter