La visita de Donald Trump al papa Francisco vuelve a poner sobre la mesa las declaraciones que más de un año atrás, en febrero de 2016, hizo respecto a la intención del por entonces candidato de construir un muro que separe México y Estados Unidos. En una rueda de prensa improvisada, Francisco declaraba: “Una persona que sólo piensa en la construcción de muros y no en la construcción de puentes, no es cristiano”.
Pues ahora un nuevo artículo, publicado en BioScience por la periodista científica Lesley Evans Ogden señala los potenciales efectos adversos de un muro a lo largo de los 3.200 kilómetros que abarca la frontera entre ambos países. “Si se completa el muro – señala Ogden en su investigación–, creará un desafío considerable de conservación de la biodiversidad, uno que probablemente no desaparecerá pronto”.

Las amenazas planteadas a las poblaciones locales de diferentes especies pueden ser graves. Los grupos de animales a menudo dependen en gran parte del movimiento de individuos entre las poblaciones, tanto para aumentar el número de ejemplares como para diversificar los genes. “Las poblaciones locales fluctúan como luces navideñas – explica Aaron Flesch en el artículo –. Si un muro fronterizo impide la migración, las poblaciones locales aisladas pueden apagarse definitivamente”.
La investigación descrita en el artículo señala problemas aún en aquellas áreas donde se han tomado medidas para permitir el movimiento de los animales. «Incluso cuando no hay un muro físico o una gran barrera (como los agentes fronterizos) – añade Dave Christianson –, la sola presencia de humanos pueden interrumpir el movimiento u otro comportamiento animal, ya que a menudo la tarea de las patrullas incluye presencia fuera de la carretera, exactamente en el hábitat de especies enpeligro de extinción».

Tal vez lo más significativo, según destaca el trabajo de Ogden es que las barreras pueden ser ineficaces en prevenir el paso de la especie cuyo paso se pretende impedir y perjudiciales para los animales. Un grupo de expertos de la Sociedad Zoológica de Londres llevaron a cabo una estudio (publicado en PlosOne) en el que mediante cámaras ubicadas en áreas protegidas, con barreras de acero de 4 a 5 metros de altura, estudiaban el paso de “visitantes”. En unos 10 meses las 36 cámaras tomaron más de 9.600 imágenes, de ellas menos de 300, retrataban a humanos. Y apenas una fracción de estas últimas (1,6 fotos cada 100 días) eran de personas indocumentadas. El resto eran de pumas, zorros, coyotes, aves, ciervos, etc. Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, esto podría ser una señal de que los muros hacen poco a la hora de prevenir el movimiento transfronterizo humano. De acuerdo con Jamie McCallum, unos de los autores del estudio antes mencionado, “pensé que los muros tendrían al menos algún tipo de efecto en lo que a detección de contrabando o movimiento de personas. Aunque no fuera un hallazgo estadísticamente significativo. Pero me equivoqué”.

Juan Scaliter