Que levante la mano quien nunca haya entrado en una vieja biblioteca y, a escondidas o sin remilgos, haya metido la nariz en un viejo libro. En su libro El dulce aroma de la Procedencia, Richard Oram relata la búsqueda de una copia del Ulysses, de James Joyce que perteneció a T. E. Lawrence y tenía un “aroma dulce y algo ahumado en cada una de sus páginas”.
De acuerdo con Cecilia Bembibre, del University College de Londres “a diferencia de algunos alimentos y prácticas culinarias, los olores no son reconocidos en la definición de patrimonio cultural inmaterial por la UNESCO. A pesar de compartir una relación con otros aspectos del patrimonio cultural inmaterial, como el idioma, las industrias o el turismo, el mundo olfativo apenas se discute o documenta”.
Con esto en mente Bembibre ha creado una rueda de olor del libro histórico para documentar y archivar el aroma asociado con libros antiguos. Para ello, primero, pidió a los visitantes de la Catedral de San Pablo y de la biblioteca de Londres que caracterizaran los olores de viejos tomos.
Los visitantes describieron con mayor frecuencia el aroma de la biblioteca como “madera” (seleccionada por el 100% de los voluntarios), seguido de “ahumado” (un 86%), “terroso” (71%) y “vainilla” (41%). La intensidad de los olores se evaluó entre “olor fuerte” y “olor muy fuerte”. Más del 70% de los visitantes describieron el olor como agradable, el 14% como ligeramente agradable y el 14% como neutro.

Luego, en una segunda etapa, el equipo de Bembibre, pidió a otros voluntarios, visitantes del Museo de Arte de Birmingham, que describieran el olor de un libro de 1928 comprado en una librería de segunda mano en Londres. Los términos usados para describir el olor fueron principalmente chocolate, pero también se mencionaron aromas de café, madera, quemado, viejo y quemado, aunque algunos señalaron que olía a pescado, calcetines podridos y olor corporal.
Por último, los expertos realizaron un análisis químico de los compuestos orgánicos volátiles (COV) que obtuvieron de los libros que usaron los voluntarios. Muchos de estos compuestos pueden ser percibidos como olores. Combinando sus hallazgos del análisis de los COV con las descripciones de los participantes, el equipo de Bembibre creó una rueda de olores del libro histórico, que muestra la descripción química de un olor (como el ácido acético) junto con las descripciones sensoriales proporcionadas por los visitantes.

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Rueda de los olores históricos. Crédito imagen: Bembibre et al.

“Nuestra rueda de olores – explica Bembibre – proporciona un ejemplo de cómo los científicos e historiadores podrían comenzar a identificar, analizar y documentar olores que tienen significación cultural, como el aroma de los libros antiguos en la historia. Hasta ahora, el papel de los olores en cómo percibimos el patrimonio no ha sido explorado sistemáticamente. Al documentar las palabras utilizadas por los visitantes para describir un olor, nuestro estudio abre una discusión sobre el desarrollo de un vocabulario para identificar aromas que tienen significado cultural ”.
El estudio ha sido publicado en Heritage Science.

Juan Scaliter