Las primeras huellas de la vida en la Tierra tienen al menos 3.770 millones de años de antigüedad. Se trata de organismos unicelulares que, a diferencia de las células eucariotas, carecen de núcleos y otros orgánulos.
Los descubrimientos de los primeros ejemplos de eucariotas multicelulares han sido esporádicos y difíciles de interpretar y constituyen un desafío para los científicos que intentan reconstruir y datar los orígenes de la vida compleja en nuestro planeta. Hasta ahora se creía que las algas rojas o rodófitas más antiguas databan de 1.200 millones de años atrás. Pero nuevas evidencias dan una fecha bastante anterior.

De acuerdo con un estudio, publicado en PLOS Biology y realizado por un equipo del Museo Sueco de Historia Natural, las rodófitas tendrían al menos 1.600 millones de años, 400 más de lo que se creía. Los científicos encontraron dos tipos de fósiles parecidos a algas rojas en rocas sedimentarias bien conservadas en Chitrakoot, India. “No podemos estar 100% seguro sobre el material de este fósil, ya que no se ha conservado ADN – explica Stefan Bengtson, uno de los autores del estudio en un comunicado –, pero las características concuerdan bastante bien con la morfología y la estructura de las algas rojas. Esto indica que la “Era de la vida visible” comenzó mucho antes de lo que pensábamos”.

Uno de los fósiles tiene forma de hilo y el otro está formado por grupos carnosos. Los científicos fueron capaces de ver distintas estructuras celulares internas como los filamentos estirados que forman el cuerpo carnoso característico de las algas rojas. Ambos fósiles se hallaron en estromatolitos (básicamente estructuras organo-sedimentarias formadas por cianobacterias). Cuando se analizaron los estromatolitos, mediante microscopía tomográfica de rayos X de fuente sincrotrón (SRXTM), pudieron observar plaquetas recurrentes en cada célula, que creen que son parte de los cloroplastos, los organelos dentro de las células vegetales donde tiene lugar la fotosíntesis. También lograron identificar las estructuras regulares en el centro de cada pared celular, típicas de las algas rojas.
Quien primero se dio cuenta fue la co-autora Therese Sallstedt, quien aseguró “Me emocioné tanto que tuve que dar tres vueltas al edificio antes de ir a ver a mi supervisor a decirle lo que había visto”.

Juan Scaliter