Fuego contra fuego. Parece el planteamiento que ha hecho la profesora de la facultad de Medicina del hospital Mount Sinai de Nueva York Yasmin Hurd. Pero su idea para tratar el síndrome de abstinencia de los adictos a los opiáceos -heroína, morfina y medicamentos que están creando legiones de adictos en Estados Unidos- no tiene ninguna relación con el mundo del hampa.

Según explica Hurd en un artículo publicado en la revista Trends in Neuroscience, la sustancia conocida como cannabidiol ha demostrado cierto potencial terapéutico. Y, como no produce efectos estupefacientes, no hay motivos para temer un uso lúdico de los fármacos en los que fuese el principal principio activo.

La investigadora ha analizado varias investigaciones disponibles sobre el tema antes de llegar a esta conclusión. Y ha concluido que, si bien es necesario investigar más sobre este asunto -ni siquiera se conoce cómo funciona el mecanismo por el que el cannabidiol reduce el síndrome de abstinencia-, parece claro que el potencial terapéutico es real.

En un estudio citado por Hurd y publicado en 2015 en la revista científica Neurotherapeutics, por ejemplo, tanto los humanos como en animales controlaban mejor la ansiedad que alimenta el síndrome de abstinencia gracias al cannabidiol. Y algunas investigaciones han revelado que el consumo de opiáceos en Estados Unidos ha descendido en los estados donde se ha legalizado la marihuana terapéutica.

El planteamiento de Hurd es provocador, pues la marihuana está considerada por las autoridades de su país como una droga que tiene un alto potencial de abuso y que carece de aplicaciones médicas reconocidas. Puede que los trabajos que ha reunido refuten la afirmación oficial. De lo que no hay duda es de que, al menos, añade más leña al fuego de la polémica en torno a la legalización de la marihuana.

Redacción QUO