Comencemos por el principio. Un fractal es un objeto cuya estructura se repite a diferentes escalas. El término fue acuñado en 1975 por el matemático Benoît Mandelbrot y se puede observar en la naturaleza en las nubes, los ríos, la concha de ciertos moluscos, los copos de nieve o el brécol romanesco, por mencionar algunos.
En mayo de este año, la experta en psicología de la Universidad de Liverpool, Alexandra M. Forsythe, publicó un artículo en el que intentaba ver cuál era nuestra respuesta estética a este tipo de patrones y si los procesos neurológicos tenían algo que ver con la preferencia por fractales más o menos complejos.

Ahora, en un nuevo estudio publicado en Neuropsychology, Forsythe ha liderado un equipo que extendió aquella investigación un paso más allá. Los trazos de las obras de arte, el modo en el que se “escribe” con el pincel, es una herramienta para confirmar la autenticidad de un cuadro. Y se supone que esta “caligrafía personal”, no cambia a lo largo del tiempo. Los autores analizaron 2.092 pinturas de 7 reconocidos artistas para determinar si los fractales de sus obras (la repetición de ciertas estructuras a diferentes escalas) iba cambiando a lo largo del tiempo y si esas modificaciones tenían que ver con el envejecimiento normal o con algún tipo de trastorno.

Los resultados mostraron que Marc Chagall, Pablo Picasso y Claude Monet, exhibían los cambios lógicos de la edad, mientras que la obra de Salvador Dalí, Norval Morrisseau, James Brooks y Willem De Kooning, apuntaban a variaciones que eran consecuencia de un deterioro cognitivo progresivo. El análisis matemático de las variaciones, unido al conocimiento de que Dalí y Morrisseau sufrieron la enfermedad Parkinson y que Brooks y De Kooning, padecían Alzheimer, permitió identificar los cambios en los fractales de cada autor con su trastorno. Esto es importante ya que, como se explica en el estudio “la pintura ofrece una posibilidad de comunicación a pacientes, con algún tipo de demencia, que ven cómo se deterioran sus habilidades lingüísticas. Esto hace fundamental el uso de métodos terapéuticos que permitan a estas personas una vía de comunicación”.

En un comunicado de la universidad, la propia Forsythe concluía: “Durante mucho tiempo, el arte ha sido utilizado por los psicólogos como un método efectivo para mejorar la calidad de vida de personas con trastornos cognitivos. Nos hemos basado en ello para estudiar la “caligrafía” de cada artista, a través de su conexión con el el pincel y la pintura. Los resultados nos ofrecen unaopción innovadora para ayudar a diagnosticar trastornos neurológicos en etapas tempranas”.

Juan Scaliter