Malos malosos del mundo: temblad. Los científicos han averiguado cómo saber todo de una persona con tan solo realizar una recogida de muestras biológicas de un teléfono móvil, un bolígrafo, una tarjeta de crédito o cualquier objeto personal. Su estilo de vida, los hábitos de compra e incluso su estado de salud dejarán de ser un misterio si este hallazgo se decide emplear en la ciencia forense.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores tomaron muestras de teléfonos móviles de 39 voluntarios y pasaron su popular bastoncillo por la superficie del mismo. Tras realizar una técnica llamada espectrometría de masas, la cual permite determinar la distribución de las moléculas de una sustancia en función de su masa, los investigadores introdujeron los resultados en una base de datos que registra la composición química de miles de productos y medicamentos.

Fue así cómo descubrieron que el teléfono de uno de los voluntarios tenía restos de Citalopram, un antidepresivo que posiblemente había llegado hasta su smartphone a consecuencia del sudor de sus manos. Fue así como Pieter Dorrestein y sus colegas descubrieron que uno de los participantes del estudio padecía una enfermedad mental.

La técnica consiguió hilar muy fino. Los investigadores fueron capaces de determinar si el propietario del teléfono era hombre o mujer, si padecían depresión, inflamación de la piel o alguna alergia e incluso si la persona bebía vino o era más de cerveza. Otros datos tan personales como los cosméticos que utilizaban, si se teñían el pelo o eran calvos o pasaban mucho tiempo al aire libre, también fueron desvelados.

Según ha explicado Amina Bouslimani, una de las investigadoras del estudio, «al analizar las moléculas de un teléfono, podemos saber si una persona es probablemente una mujer, si utiliza cosméticos de alta gama, si se tiñe el pelo, si bebe café, si prefiere la cerveza sobre el vino, si le gusta la comida picante, si está siendo tratada por depresión, si usa protector solar y repelente de insectos y todo tipo de cosas”.

Sin lugar a dudas, el s. XXI es el siglo donde nos despedimos de la privacidad.

Fuente: telegraph.co.uk

Redacción QUO